Tabata, el azote de Bolsonaro criada en la favela y formada en Harvard

SAN PABLO. Criada en una favela de Sao Paulo y graduada en Harvard, Tabata Amaral, de 25 años, es una diputada federal debutante que se ha destacado por sus críticas a las políticas “cargadas de prejuicios” del presidente brasileño, Jair Bolsonaro.

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“Brasil se ha convertido en motivo de burla en el mundo (...) Se está formando una imagen de que es un país donde todo puede pasar, donde no se respeta la Constitución y los derechos humanos ya no son una garantía”, sostiene Amaral durante una entrevista con Efe en Sao Paulo.

Pocos meses después del inicio de su mandato, la diputada se ha alzado como una de las principales voces en la defensa de la educación y contra las políticas “arbitrarias” de Bolsonaro, por lo que no tardó para que surgieran los paralelos entre ella y la joven congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez.

Nacida y criada en un barrio pobre de la capital paulista, Amaral jamás imaginó que se graduaría con honores en la célebre universidad de Harvard. Menos aún que, dos años después, conquistaría un escaño en Brasilia tras obtener más de 264.000 votos en las elecciones nacionales del pasado octubre.

Integrante de varios movimientos sociales, la diputada carga contra el actual Gobierno por su “corresponsabilidad” por la “ola de violencia que se está diseminando” por el país. Aunque asume que no puede probar que el presidente sea el responsable “directo” del incremento de los “crímenes de odio”, Amaral garantiza que Bolsonaro “es corresponsable” de ellos, porque “claramente incentiva” la violencia.

“Cuando se tiene un líder que es machista, xenófobo, homófobo y racista, él está diciendo que la población también puede serlo, está legitimando esos discursos”, subraya.

Graduada en Ciencias Políticas y Astrofísica, Amaral descolló como figura emergente de la centroizquierda brasileña, aunque rechaza las etiquetas y defiende un diálogo abierto con “todos los lados” y más allá de “conceptos tradicionales como la izquierda o la derecha".

La diputada atribuye su visión multilateral del mundo a su trayectoria personal y profesional, que reconoce no ser “la típica de un brasileño” ni de una “persona típica” de la empobrecida periferia. Mientras crecía en una desfavorecida zona paulista, Amaral perdió a su padre por las drogas y vio a diversos amigos sucumbir precozmente ante el universo del crimen. Descubrió entonces una nueva vida a través de la educación y pasó a integrar múltiples competiciones internacionales de matemática, física, química o ciencias.

Las medallas acumuladas en los años escolares le garantizaron becas en un prestigioso colegio privado de la capital paulista y en una escuela de inglés, gracias a las cuales logró las notas necesarias para ingresar en seis universidades estadounidenses, entre ellas Yale, Columbia y Harvard.

“Quien tuvo la visión que yo tuve de la periferia y de Harvard no va a tener una visión plana de la política. Y las personas se molestan mucho cuando se deparan con algo que no es típico, esperado o familiar” , señala.

Para Amaral, el diálogo es una herramienta fundamental, pues considera que su ausencia “impacta las cosas más sólidas que la política debería entregar” y pone en riesgo “algo mucho mayor, que es nuestra democracia”.

En los primeros meses de Legislativo, dejó en evidencia su pragmatismo al mostrarse a favor de propuestas liberales, como una alternativa a la reforma de pensiones del Gobierno o la financiación privada de ciertos sectores universitarios, pero sin dejar atrás su “ mirada social”.

Pese a su corta vida política, Amaral copó las portadas de la prensa brasileña después de que dejara en evidencia al entonces ministro de Educación Ricardo Vélez en un mediático careo parlamentario. “Ellos (del Gobierno) tienen el derecho de pensar como quieran, pero no de desmontar la educación basándose en prejuicios. Brasil aún tiene una Constitución y ellos no pueden tomar decisiones arbitrarias como fueron tomadas”, recalca Amaral.

La parlamentaria cree que la mejor estrategia para alcanzar el desarrollo social y económico es la educación: de calidad, con un acceso más justo y sin la influencia “arbitraria de prejuicios”. “Este momento que estamos viviendo, de una guerra ideológica contra la educación, es algo absurdo. Eso no es política”, afirma la congresista, en alusión a los recientes recortes de más del 30 % en los presupuestos de la enseñanza superior anunciados por el Gobierno.

Aunque no le gusta que la etiqueten, Amaral asevera que no está en el Congreso “para ser reelegida”, sino para hacer lo que considera “correcto”: “más importante que la vieja o la nueva política es hacer la buena política”, concluye.

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