Golpe al tablero regional del Medio Oriente

Jerusalén es una ciudad con 800 mil habitantes y con al menos 3 mil millones de seres humanos que la llevan en su corazón. Es el lugar del planeta donde confluyen las tres religiones monoteístas más importantes y antiguas de la historia humanidad.

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En Jerusalén, Jesucristo sufrió su pasión y muerte en la cruz, pero también fue donde resucitó dando inicio así al cristianismo. También en esta ciudad, según el Corán, el profeta Mahoma subió al cielo en un caballo alado para tener una conversación con el mismo Dios, hecho que convirtió a Jerusalén en el tercer lugar más sagrado del islam por detrás de La Meca y Medina en Arabia Saudita.

Y por si eso no bastara, es la ciudad sagrada del Judaísmo, la más antigua religión monoteísta.

En Jerusalén, a Abraham, el padre del judaísmo (y también del islam) se le presentó Dios en el mismo lugar donde cientos de años más tarde, Mahoma subiría al cielo según el Corán y de esta manera firmaba un pacto que de alguna manera daba origen al judaísmo. Ese lugar hoy recibe dos nombres, uno para cada confesión religiosa: el Monte del Templo para los judíos y la Explanada de las Mezquitas para los musulmanes.

De ahí la importancia de Jerusalén en todo sentido; histórico, religioso, político, cultural o estratégico.

No es la primera vez que el presidente norteamericano anuncia algo relacionado a Jerusalén y que termina elevando los ánimos de por sí ya caldeados en la región más conflictiva del mundo.

Recientemente, la Casa Blanca informó que Donald Trump ha conversado con Mammoud Abbas, líder de la Autoridad Palestina y el Rey de Jordania, para manifestarle su deseo de reconocer a Jerusalén como capital de Israel. A juzgar por las reacciones, poco favor le hace a un proceso de paz que lo estaba llevando su propio asesor y yerno, Jared Kuschnner, esposo de Ivanka Trump.

El Rey de Arabia Saudita no ha ocultado su molestia y hasta puso en duda la solidez de las negociaciones para un venidero proceso de paz real.

Erdogan, el líder turco, fue más agresivo y en un discurso ante el Congreso de su país, advirtió que los musulmanes podrían revelarse ante la propuesta del mandatario norteamericano y agregó que haría desaparecer todo vínculo diplomático con Israel.

Un alto funcionario Israelí le respondió que Jerusalén ya lleva casi 3 mil años siendo la capital de Israel.

El grupo terrorista Hamas no perdió la oportunidad y aunque este grupo ha venido de más a menos, porque administrativamente ya no puede controlar la Franja de Gaza, sus líderes han hecho un ferviente llamado a no permitir este reconocimiento y han comunicado que tendrán tres días de protesta en solidaridad con “Al Qods”, nombre de Jerusalén para los islámicos.

Del grupo proiraní Hezbollah no se tienen novedades pero dificilmente vaya a perder la oportunidad para despotricar contra Israel y Estados Unidos.

A Israel le beneficia el status quo, pues tiene el control de la totalidad de la ciudad hasta el día de hoy. De hecho ya llevan más de 44 años con esta configuración peculiar de la ciudad, por tanto poco favor le haría Trump a los hebreos con sus vaivenes.

En una situación sin precedentes desde 1948, Israel y el reino saudí se están vinculando “off the récord” para hacer frente a Irán, el enemigo común que bajo el tutelaje de los rusos y aprovechando la desbandada de los Estados Unidos del Medio Oriente, va poniendo un pie tras otro en varios países, ya sea de manera militar como en Siria y Yemen o a través de “proxys” o enlaces como el Hezbollah en el Líbano, sin descartar el control que pueda llegar a tener en Irak a través de la mayoría chiita, muy combatida por Saddam Hussein antes de huir del país.

Cuando las piezas del complicado tablero de ajedrez del Medio Oriente se iban acomodando, dispuestas a iniciar una partida o varias de ellas, con alianzas impensadas aparece Donald Trump para mover todas las fichas dando un golpecito al tablero regional. Hasta el momento solo fue un temblor que ya ha dado una acabada muestra de los daños que puede ocasionar. Esperemos que no patee el tablero porque juntar de nuevo las piezas como se venía haciendo, quizás lleven otros 50 años más.

Mover la embajada de Tel Aviv a Jerusalén no va ser algo sencillo. Si se da el anuncio del cambio, esto se llevaría a cabo recién en los próximos 3 a 4 años, tiempo que se necesitaría para la construcción del local.

Pero para encender un barril de pólvora solo es necesaria una pequeña chispa y el anuncio de la posibilidad del reconocimiento de la disputada Jerusalén como capital de Israel, es casi una hoguera acercándose al barril de pólvora a los ojos del mundo árabe y musulmán.

Con un Daesh (acrónimo del Estado Islámico en árabe) casi exterminado pero que se resiste a morir en Siria o en el Sinaí tras su reciente y sangriento ataque (alrededor de 305 muertos), la guerra interna en Siria, un Hezbollah que se hace cada día más fuerte en Líbano, una Franja de Gaza con problemas humanitarios, una lucha de poder entre iraníes, rusos y turcos por el dominio de la región, un Irak que de a poco comienza a curar sus heridas y con Yemen convertida en campo de pruebas para iraníes y saudíes, lo que menos necesita esta región del mundo es abrir un frente de lucha más. 

La Casa Blanca ha dicho que tiene un anuncio importante que hacer con relación al status de Jerusalén y que cualquiera sea dicho anuncio, los Estados Unidos seguirán apoyando la idea de dos Estados.

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