Vía diplomática en el conflicto sirio, estancada y sin esperanzas a corto plazo

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GINEBRA. La vía diplomática para poner fin a la guerra civil en Siria ha quedado aparcada, tras el fracaso de cuatro rondas de negociaciones, el inquebrantable apoyo de Rusia al régimen de Damasco y el próximo cambio de gobierno en Estados Unidos.

La tentativa más seria de encauzar el proceso político se produjo en Ginebra, durante la primera mitad de este año, mediante una serie de negociaciones indirectas entre el Ejecutivo y la oposición de Siria con la mediación de la ONU y para las cuales hubo que concertar acuerdos temporales de cese de hostilidades.

Sin embargo, cada ronda negociadora fue interrumpida por ofensivas militares que lanzaba el régimen sirio, con apoyo de Rusia e Irán, sus principales aliados, contra la oposición rebelde. La diplomacia descarriló completamente a finales de abril y desde entonces todos los esfuerzos del mediador de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, para crear las condiciones mínimas que permitieran reanudar las conversaciones de paz han fracasado.

El último acuerdo de tregua para Siria -negociado a inicios de septiembre por Estados Unidos y Rusia- se centró en Alepo, que había sido la ciudad más importante del norte del país y su centro económico, y saltó por los aires en cuestión de días, como había ocurrido con todos los anteriores arreglos de este tipo. Desde entonces, Washington ha cedido en sus esfuerzos por negociar nuevas treguas con Moscú.

Alepo fue la primera gran ciudad que los rebeldes conquistaron parcialmente en 2012, un año después de las manifestaciones pacíficas que fueron violentamente reprimidas y que fueron el origen de la guerra civil. Se estima que este conflicto ha causado cerca de medio millón de muertos y ha forzado a más de cinco millones de sirios a abandonar su país, mientras que otros seis millones se han convertido en desplazados internos.

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El conflicto sirio creó igualmente las condiciones para que el grupo yihadista Estado Islámico se hiciera con el control de territorios y de las poblaciones instaladas en ellos, para extenderse más allá de Siria y de Oriente Medio hasta Europa, a través de la radicalización y de atentados terroristas.

Sin una firme voluntad de Estados Unidos y Rusia la capacidad de maniobra de la ONU frente a la situación en Siria es nula, lo que le ha valido críticas de todos lados. La ofensiva iniciada por el Ejército sirio, con el apoyo militar de Rusia, sobre Alepo a finales de septiembre es la más feroz de todas las ocurridas desde 2012 y ha coincidido con la elección en Estados Unidos como presidente de Donald Trump.

Este cambio político ha acentuado la apatía no solo por parte de Washington, sino también de las potencias árabes que han apoyado a los grupos rebeldes y que ahora parecen incapaces o sin voluntad de intervenir frente a lo que ocurre en Alepo. El Gobierno ha recuperado en su actual ofensiva parte de los escombros en los que se ha convertido la parte oriental de la ciudad.

Los analistas coinciden en que el régimen de Damasco y sus aliados continuarán haciendo los mayores esfuerzos para recuperar todo el territorio que les sea posible y colocarse en una posición de fuerza frente a una eventual reanudación del proceso político, con la nueva Administración estadounidense en funciones.

Arrebatar a los rebeldes el que ha sido su principal bastión, estratégico y simbólico, permitiría al Gobierno de Damasco negociar con ventaja y con la condición de dejar la permanente exigencia de los opositores y de Occidente: la salida de Bachar al Asad del poder. Incluso bajo la Administración de Barack Obama, Estados Unidos empezó a evitar en los últimos meses repetir esa reclamación, que fue una constante de su política con respecto a Siria y a pesar del apoyo incondicional de Rusia al Gobierno sirio.

El presidente ruso, Vladímir Putin, anunció a mediados de marzo la retirada del grueso de sus tropas de Siria, pero esto sólo ocurrió de manera marginal y Moscú incluso reforzó desde entonces su presencia naval en las costas sirias y su artillería área, con la que golpea las posiciones rebeldes.

Mientras la atención está centrada en la batalla por Alepo, cerca de un millón de sirios siguen viviendo en otras áreas de Siria bajo asedio, en su mayoría de fuerzas gubernamentales, pero en algunos casos también de grupos rebeldes y del Estado Islámico.