Águilas cazando moscas

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En los diarios se publicaron –con pruebas contundentes e irrefutables– vergonzosos y escandalosos hechos de corrupción: en la Policía, en las FF.AA., en el TSJE, en el Senado, en el Indert, el desastre ecológico –hasta hoy impune– en el río Pilcomayo, el seguro médico de la casta privilegiada, las tragadas del Fonacide; la creciente, sangrienta y desenfrenada inseguridad, el inexplicable y descomunal aumento de la deuda externa, la Ley 5655/16, aprobada entre gallos y medianoche, que empieza a abrir el grifo de los fondos jubilatorios del IPS.   
 
No he leído ni escuchado un solo reclamo serio de nuestros opositores de fachada, como: el Equipo Joven de Blas Llano o Efraín Alegre; ni del Frente Guasu, ni de Avanza País. –Mutis por el foro–. Eso sí: se trenzan en vanas escaramuzas y en oratorias huecas e infantiles, sin mayores relevancias. ¡Se pelean entre ellos! ¡Águilas... cazando moscas!   
 
Mientras... ¿A la ciudadanía quién la defenderá? ¿Los políticos de la oposición? ¿Los senadores, los diputados? ¿Los jueces?   
 
Bien sabemos que las ramificaciones o los tentáculos de la corrupción tienen sus principales raíces en los tres poderes del Estado.   Si en verdad nuestro país quisiera disminuir la corrupción drásticamente y, por ende, ahorrar para destinar más recursos a educación, salud, vivienda, etc., debería buscar en forma urgente no la enmienda o la reforma de la Constitución, solo para la reelección presidencial, sino para reducir al mínimo los funcionarios del Ejecutivo, de diputados, senadores y del Poder Judicial.
 
El pueblo ya está cansado, reventado, frustrado, de estos politicacos (un sobrenombre certero de Alberto Candia), que gua’u son representantes del pueblo. No pueden ocultar su verdadero propósito: angurria voraz, avaricia y ambición desmedidas, sin importar qué atajos utilizar para conseguir sus objetivos. 
 
No les anima en lo más mínimo algún proyecto político –sensible a las necesidades del pueblo– sino un inmoral proyecto personal y comercial. Por sus frutos... ¡los conocemos! Los políticos y las autoridades han perdido hasta el temor a Dios y por ganar el mundo, al final, van a perder su alma.

Roberto Bareiro