Nos limitaremos a describir someramente una de las principales etapas de un recorrido extremo: el microcentro; la que, como se verá, no está exenta de excelentes obstáculos.
Principia en la Plaza que presumimos es de La libertad, pues si bien carece de indicación, podemos arriesgarnos a tenerla por tal a la vista de la otrora polémica pieza El espíritu y la materia del escultor francés Henri Carli, conocida como La razón vence a la fuerza, a la que podemos llegar luego de atravesar un sinnúmero de puestos, fijos e improvisados, de cuestionables higiene y seguridad. Este monumento dedicado a los padres de la Patria está decorado en su cima con una lata de cerveza, y en su base con frases de todo tipo –inocentes, jocosas o inmorales– en aerosol o raspones, que debemos a los innumerables inadaptados y killos que la frecuentan, así como, a la inacción de los responsables de custodiar los espacios públicos.
De esta esquina de las calles Oliva y Chile, donde entre los escombros de una interminable refacción se ha habilitado un meadero público, podemos partir. Seguimos por la calle Oliva, doblamos en Nuestra Señora de la Asunción y, en la esquina del Colegio Nacional Presidente Franco, un leve obstáculo de bloques de cemento, nos indica que debemos seguir por esa misma acera en la que, antes de llegar a la calle Independencia Nacional, encontramos una buena cantidad de excrementos humanos y a un prójimo, merecedor de mejor suerte, tirado en el suelo y semidesnudo; quien para colmo –como muchos– debe escuchar los gritos desenfrenados de un no muy sesudo pastor religioso que provienen de un fastuoso escenario montado en una plaza cercana. Igual escena de desamparo se aprecia en un abandonado edificio de la calle Yegros, cuyas veredas han desaparecido entre pozos, escombros y basura. A la sombra de este edificio, sobre la calle Cerro Corá, tenemos el obstáculo más maravilloso de esta etapa, un pedazo del tronco de un añejo tajy caído hace meses a causa de una tormenta, cuyas raíces al aire exigen del transeúnte mucho equilibrio y dotes de alpinista.
Para no hacer tan larga esta descripción, y de modo a no restar sorpresa al recorrido, diremos que concluye en la avenida Costanera de Asunción, reciente lugar de recreo, atestado actualmente de puestos y avivados de todo tipo.
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Esperemos que disfruten de los recorridos y agradecemos a las autoridades municipales, y a sus miles de funcionarios, por la capacidad y visión demostrados en el ejercicio de sus funciones para el bienestar de sus contribuyentes y de los dichosos visitantes de esta noble e ilustre ciudad.
José Quirós
