El último sábado estuvimos con la familia recorriendo el centro histórico de Asunción. Entramos a los negocios y vimos que cada salón estaba abarrotado de turistas argentinos. En uno de los locales, uno de ellos –habrá creído que también era turista– agarró un calzado y me dijo: “El precio esta tirado”. Como seguía dirigiéndome la palabra, le pregunté de qué parte de la Argentina era y me respondió: “de Tucumán”.
Cada miembro de la delegación miraba y preguntaba precios. Por momento, dije que la realidad era ahora a la inversa. Antes íbamos a Clorinda para buscar ventajas, pero ahora llegan a Asunción los argentinos para surtirse de mercaderías, comprarse ropas y disfrutar de la gastronomía.
Hasta aquí todo era maravilla. Pero como no todas las cosas son buenas, me quiero referir al aspecto de la capital que en ese momento recibía a los visitantes.
El sábado pasado, la Municipalidad parece que olvidó limpiar Asunción. Las calles estaban sucias: basura y aguas servidas por doquier. Era lamentable el aspecto de la ciudad. Me detuve y observé si las aguas en la vía pública eran consecuencia de un caño roto, y no era así porque estaban estancadas. Es decir los locatarios arrojan sus residuos en la vía pública y quedan allí. Lamentable. A ellos se suman los cuidadores de autos, que lavan los vehículos en la vía pública e igualmente generaban agua estancada. ¿Y los funcionarios o inspectores municipales? me pregunté. El intendente Mario Ferreiro debería comisionar a los inspectores al centro y sancionar a las casas comerciales que arrojan sus desechos a la calle. Asunción debe presentarse limpia y acogedora para los visitante y no como un chiquero para criticarla.
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Kevin Zaracho
