Cartes

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Fui el primero o uno de los primerísimos en pronosticar la caída legal de Lugo, por inútil. No me jacto: me aflige que similar futuro vea hoy para Cartes, por diferentes razones.

Cartes peligra su puesto si sigue sin reconocer su ineptitud política. HC hace bastantes cosas dentro de lo posible, con errores también, desde luego, como se debe esperar en un país analfabeto organizacional, administracional y cívico.

HC hace cosas y su gabinete parece inusualmente honesto; las jerarquías menores sí son la misma congregación de bandidos de “siempre”. Cartes goza de reputación de excelente administrador de sus empresas, pero aun en ese campo, el administrativo privado, parece tener falencias, como en el concepto de disciplina, conjunto de normas no escritas que regulan la conducta de los agentes de la empresa en ella y las relaciones con las autoridades de la empresa.

A Cartes no se lo respeta suficientemente porque él no sabe hacerse respetar. En el Paraguay, el jefe sin respeto es una invitación al caos, al desorden, al malestar anímico de la población. Y Cartes debe aprender que el bienestar y la paz anímicos son aproximadamente tan importantes como estar por encima del nivel de miseria.

Cartes parece que se cree vivo, pero no se da cuenta de que continuamente viola su juramento de observar y hacer observar la constitución. Deja hacer lo que no debiera permitir. Ejemplo: El EPP sigue campante, ya por demasiado tiempo, mereciendo del Gobierno nacional el mismo incompetente enfrentamiento. Se lo está entrenando más que combatiendo.

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La Policía sigue en extraño maridaje con fracciones minúsculas de las Fuerzas Armadas, cuando una avalancha de tropas, medios mecanizados y aéreos deben peinar todas las áreas hostiles bajo el mando de militares bravos y dinámicos, sin tomar prisioneros. Y con instrucciones de pagar el desgraciado precio de bajas colaterales, como dijo la senadora Gusinky.

Y podría citar muchos ejemplos más de un buen tipo que aún no sabe ser presidente.

Señor Cartes: Reaccione, vea sus defectos y procure corregirlos. Se lo pido y se lo exijo, con respeto, no como la generalidad de la prensa; al fin y al cabo, quién es usted más que el Primer Mandatario de mi país.

Carlos José Ardissone