El Partido Colorado capea todos los temporales y no zozobra. Derribaron a balazos a su único líder de 35 años, se deshicieron –a medias– de sus hombres-escombro; gestaron una infinidad de movimientos internos; hasta perdieron una elección presidencial y el poder; se las arreglaron para que un colorado gua’u (Cartes) llegase a la Presidencia de la República; como siempre, se pelean, se dividen, y al final se reconcilian y los adversarios liberales y los varios enanitos no progresan. A los adversarios de los colorados les falta energía, no tienen fuerza. Entonces, a todos nos conviene que los invencibles colorados mejoren, que sean más honestos, que no sean tan prepotentes, kachiãi y sinvergüenzas. Si van a seguir siendo nuestros “gobernantes”, nos conviene que los colorados recuerden a sus próceres ejemplares: Zacarías Arza, Rigoberto Caballero, el Gral. Caballero, Florentín Peña, Petit, y tantos otros lejanos en el pasado. Aquellos colorados fueron buenos patriotas. Hoy están olvidados. Ojalá los vuelvan a recordar y, sobre todo, los imiten.
¿Qué hacen los referentes colorados decentes aún vivos? No salgamos –me dirijo a mis lectores– con puntillosidades inoportunas: ¿Por qué no apelar a Carlos Romero Pereira, Ángel Roberto Seifart, Wasmosy, Prieto Yegros, Diógenes Martínez y algunos más de similar laya, es decir inteligentes, experimentados y razonablemente confiables, para mayor tranquilidad de los crónicos críticos, descontentos y desconfiados? Los dirigentes colorados retirados que no despierten tanta oposición deben ponerse de acuerdo sobre algunos puntos básicos para buscar, si no una unidad granítica, al menos una civilizada armonía. Los colorados alcanzaron, más o menos, el lema de su ideólogo J. Natalicio González de que “no habría colorado pobre”. Ciertamente, en el campo monetario también los republicanos se llevan la palma, y demos vuelta esta hoja escabrosa sin explayarnos más para evitar escozores. Digamos sí, que es también hora de que los colorados valoricen mucho más la preparación intelectual de su gente. Ya deben superar su innato apego a la más grosera rusticidad; ya es hora de que, sin abandonar nuestro idioma guaraní, aprendan el español, y que lo aprendan bien, más particularmente sus afiliados en el Congreso, en el Poder Judicial, los jerarcas encumbrados y los oficiales de las Fuerzas Armadas y Policiales.
Mucho tienen los colorados senior que ofrecer a su partido para mejoría de su calidad como asociación política responsable de gobernar este país.
Carlos José Ardissone
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