El Pilcomayo, el ministro y el tsunami

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Ante la angustia del ministro Jiménez Gaona pensando “que solo un tsunami podría favorecer aguas altas al país” (U. Hora 11-VIII-16. Pág. 2) y sobre todo ante la absoluta imposibilidad de que esto suceda, conviene recordar que el problema es más que nada de desidia, incompetencia y dinero de dudosa utilización.

El Pilcomayo arrastra en sus aguas esquistos, que son minerales de las cordilleras, que de día con las altas temperaturas se dilatan y de noche con el frío intenso se contraen. Este proceso llamado meteorización hace que los mismos se vayan disgregando; son arrastrados por las lluvias y se constituyen en parte fundamental de los sedimentos que van colmatando el cauce del Pilcomayo.

La cantidad de barro arrastrada por las aguas en 1978 fue de 98.000 millones de metros cúbicos, lo que equivale a 5 millones de camiones tumba de 10 toneladas cada uno.

Esta inmensa cantidad de material que viene de las cordilleras, al que se suman troncos y ramas de árboles que caen de las orillas, va colmatando el cauce del Pilcomayo y en un momento de su sinuoso recorrido, sus aguas encuentran el taponamiento y se desbordan hacia otros caminos. La rata de colmatación promedio fue de unos 5 kilómetros por año, durante 54 años. Entre 1998 y 2009, la cifra se acercó a 9 kilómetros por año.

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Los sucesivos taponamientos hicieron que el río fuera retrocediendo. Desde Puesto Horqueta hasta el Fortín Mayor Gardel retrocedió unos 180 kilómetros entre 1939 y 1991. Hacia el año 1991 retrocedía entre 12 y 14 kilómetros por año.

Mantener el cauce libre de sedimentos y preparar la estructura para los desbordes de las riadas son bastante más sencillos y menos peligrosos que esperar la llegada de un tsunami a las cordilleras.

Rafaela Guanes de Laíno