La ANDE, dos perlas

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Días atrás fui al local de cobranzas ubicado sobre la avenida Boggiani. Como noté, desde la calle, que la fila para pagar era larga, me encaminé a la caja para automovilistas que estaba sin clientes. Vano intento. El guardia me ”rajó” del lugar con el único argumento que conoce: prohibido. No bastó que le mostrara la factura ni la ausencia de autos en la caja. Su inefable “prohibido” resultaba inamovible.

Lo sucedido nos da motivos para pensar que el Dr. Cecilio Báez tenía razón al opinar del paraguayo lo que usted ya sabe, y que no me animo a repetir, por las dudas. Si existen tres cajas saturadas y otra está ociosa, ¿qué importa que el pagante llegue a pie, en skate o monopatín. Si se habilita una comodidad extra para clientes motorizados, ¿por qué no pueden aprovecharla los peatones cuando se presenta la ocasión?

La otra perla, nada cretina pero sí ladina, está en la facturación. Si el número de moradores de su casa disminuye grandemente, no crea que por eso su cuenta “de luz” será menor. No, porque la ANDE calcula el valor del consumo mínimo con base en la capacidad instalada de la vivienda y factura el no consumo bajo el rubro “Dif consumo mínimo”, más el 10% de IVA. Es como si usted mandara cargar 20 litros de combustible en su auto y le cobran 50 porque esta es la capacidad del tanque. ¿Le parece justo?

Una institución tan útil, tan necesaria, tan cara a nuestros sentimientos, no debería ser cara a nuestros bolsillos por recurrir a procedimientos miserables para recaudar. Su método pokarê invalida toda su prédica de consumir con moderación, pues resulta que la recomendación solo busca que el usuario gaste menos energía y que la ANDE siga cobrando igual.

Y no nos salgan con el cuento de que hay que reservar energía de Itaipú, que eso se calcula con base al consumo total del país y no casa por casa. Nos parece razonable un precio de 10.000 o 15.000 como mínimo fijo, por ejemplo, pero 40.000, también como ejemplo, ya es un robo con ropaje técnico.

Que otros países abusen de nuestras debilidades es explicable; que nuestras propias instituciones paraguayas nos “jodan”, es imperdonable.

Víctor Manuel Ruiz Díaz

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