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Un analista, de apellido Laterza, dijo que Paraguay, era uno de los países con el más alto índice de desinformación en América Latina. Esa aseveración me hizo pensar: probablemente, de ahí provienen las expresiones que nos hacen a los paraguayos tan famosos en el exterior: “Los paraguayos son los únicos que votan por sus verdugos”; “En el Paraguay nadie gana ni pierde reputación”; “El paraguayo es valiente en la guerra pero cobarde en la paz”; “Al paraguayo no le gusta leer”...
Ayer, en nuestra adolescencia, ya éramos víctimas de esta pandemia, porque hoy nos preguntan nuestros hijos o nuestros nietos: ¿Quién fue JFK... cómo murió? ¿Y... Robert Kennedy, Martin Luther King y el “Ku Klux Klan”? ¿Quiénes fueron Domingo Laíno, Luis Alfonso Resck, Ismael Rolón? Las respuestas las hacemos casi siempre “piloteando” o con evasivas…
Estoy seguro de que si hiciéramos una encuesta a nivel nacional a nuestros ciudadanos: ¿Porqué se le destituyó a Fernando Lugo? ¿Qué ocurrió en marzo de 2017? ¿Quién fue Rodrigo Quintana? ¿Quién o quienes quisieron violar la Constitución Nacional? ¿Por qué fue expulsado el Senador Óscar González Daher? ¿Quién o quienes se quedaron en forma ilícita con las valiosas minas de oro de Paso Yobái? ¿Quién es Darío Messer? ¿Blas Llano es opositor u oficialista? ¿Qué es el EPP o las FTC?, etc, etc., pocos, muy pocos contestarían con precisión...
Para erradicar este flagelo deberíamos inculcar desde la adolescencia, en nuestras casas, en las escuelas, colegios, parroquias y universidades, a nuestros jóvenes acerca de la importancia de conocer y vivir la historia contemporánea nacional e internacional; cultivando, fomentando en ellos el espíritu crítico, objetivo, patriótico, de compromiso, con la realidad nacional. Así podríamos amar y servir mejor a nuestro país, combatiríamos con mayor eficacia a los corruptos, conociéndolos y desenmascarándolos, pues una de sus mejores aliadas es la desinformación.
Roberto Bareiro