Universidad Nacional de Asunción

Con relación al artículo Universidad en crisis: la necesidad de una revolución educativa, del Dr. Antonio Cubilla (ABC, 1-X-2015) deseo aportar algunas reflexiones.

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“En esta nueva crisis, más grave aún, porque a la tragedia académica se agrega la corrupción”. No estoy de acuerdo: hace diez años había tanta corrupción como ahora.

El Dr. Cubilla plantea un tipo de universidad diferente, meritocrático lo llama él, y en su escrito se refiere al mérito académico. El Dr. Cubilla redefine al mérito académico como la producción intelectual demostrable en las disciplinas científicas y humanísticas. Es decir que el docente, de cualquier jerarquía, debe producir, debe escribir. Los mismos científicos académicos de Estados Unidos conocen esta obsesión por escribir con el lema “Escribe o muere”. Y entonces es fácil que se plantee la ley natural: la calidad puede y suele decaer cuando la cantidad es lo primero. El currículum de un académico puede medirse en kilos de papel o líneas impresas. Y agrega que el sistema que propone se relaciona con la manera de trabajar de las grandes universidades del mundo. Sí, con algunas otras condiciones según la universidad. Pero mi inquietud es que mordamos más de lo que podemos masticar. Nosotros no somos una de las grandes universidades del mundo; seamos prudentes, no tenemos los medios financieros, para empezar.

El cambio de sistema no garantizará que desaparezca el favoritismo hacia “el parentesco, la amistad o la solidaridad partidaria, que hoy destruyen nuestra universidad”. La calidad de una organización, como dice Fayol, depende de la calidad de sus agentes. Uno puede tener un proyecto arquitectónico maravilloso (el estatuto de la UNA), pero si el rector, los decanos y otros funcionarios importantes son de escaso valor moral (e intelectual), seguiremos teniendo una UNA pobre.

Dice el Dr. Cubilla: El retrógrado escalafón cerrado no permite el avance de los mejores o más productivos docentes y deja en los cargos a los menos aptos y muchas veces a mediocres docentes fracasados en su profesión que son los más apegados a eternizarse en los cargos y no dar lugar al ascenso natural de los jóvenes más meritorios. Esto sí es rotundo, fulminante y fulgurante. Esto sí hay que modificar inmediatamente. Hay por lo menos dos maneras de introducir la meritocracia sin mayor peligro. Llamar a concurso de aspirantes a investigador de ciertas cuestiones con un programa y presupuesto determinados, o con temas abiertos propuestos por los aspirantes y con condiciones dadas por la Facultad. O actualizando la vieja cátedra libre con un rubro obligatorio para su desempeño, y con valoración como mérito.

El Dr. Cubilla ha vuelto a abrir un fuego poderoso y oportuno. Recuerdo a su colega, Q.E.P.D., el Dr. David Sarubbi, que decía: “Discutan pero no disputen”. Toma la cabeza, Antonio, y busquemos revolucionar nuestra UNA, que, al fin y al cabo, también tiene sus méritos.

Dr. Carlos J. Ardissone Valdés

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