Cuando un perro del albergue se convierte en nuestra mascota

Los albergues siempre están saturados. Hay perros de todas las razas, tamaños y edades. Quien se decida a adoptar allí a uno de ellos, debe estar bien preparado incluso para mal. ¿Cómo encontrar un perro que se adapte a nuestra vida y nosotros a la suya?.

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Lea Schmitz, de la Asociación de Protección Animal alemana, aconseja pensar qué tipo de perro encaja en nuestra vida antes incluso de ir al albergue.

¿Pasamos mucho tiempo en casa o estamos siempre fuera de un lado a otro? ¿Debe ser un perro tranquilo o no al que le guste la actividad? ¿Se llevará bien con otras mascotas?

"Todos estos factores son importantes para que perro y dueño encajen bien", dice.

Decisivo para una convivencia es naturalmente también que el perro esté educado. Si aún no tenemos mucha experiencia con perros, es conveniente que el que venga a casa sepa responder a órdenes básicas como sentarse y quedarse quieto.

Si ya tenemos experiencia, entonces podemos permitirnos adoptar a uno al que tengamos aún que educar. Como los trabajadores del albergue ya conocen de antemano sus historias, merece la pena preguntarles.

Por lo general, en los albergues hay que pagar una tasa por adoptar a un perro, pero el animal ya suele estar vacunado y haber pasado una revisión con el veterinario.

Una vez que hemos decidido cuál será nuestro compañero, tenemos por delante el viaje a casa y la adaptación mutua. Para que sea un proceso suave, Xenia Katzurke, veterinaria de un albergue en Berlín, recomienda que perro y dueño se conozcan ya antes previamente.

En el caso de animales nerviosos es recomendable que el dueño lo haya visitado varias veces en el albergue y lo haya sacado de paseo antes de llevárselo a casa. Es una forma de ver que dueño y perro encajan y observar cómo es el comportamiento de nuestros futuro compañero.

También hay albergues que permiten llevar al animal a casa unos días a modo de prueba antes de la adopción. Así se puede ver si encaja con todos los miembros de la familia y con las demás mascotas que haya.

El día de la mudanza debe ser un día tranquilo. "Es importante también que toda la familia esté allí", dice Katzurke.

No hay que hacer demasiado alboroto alrededor del animal, sino comportarse como un día normal para que el perro pueda acostumbrarse rápido y encuentre su lugar en la familia.

Por lo general, en el albergue suelen entregar algo de comida. Y los dueños pueden decidir después si van cambiando a otro tipo o le quieren seguir dando la misma.

Antes de su llegada hay que tener ya una corre. Y también haber decidido cuál será su lugar para dormir y al cual pueda retirarse cuando lo necesite, aconseja Ariane Ullrich, de la Asociación Profesional de Educadores de Perro en Alemania.

Además estará bien saber a qué veterinario se le llevará para sus revisiones y cuando se ponga enfermo.

No siempre se sabe cuál es la historia que tiene detrás el animal. Los trabajadores del albergue pueden intuir muchas cosas, pero no saben cómo reaccionará en determinadas situaciones o si se encuentra bajo estrés.

Si el perro se pone agresivo súbitamente, el dueño tendrá que reaccionar con rapidez. "Jamás hay que hacerle daño o ponerse agresivo", advierte Ullrich. Lo mejor es darle espacio e intentar quitar tensión a la situación.

Después, Ullrich aconseja buscar un entrenador de perros para que trabaje con él. También quizá puedan ayudar los trabajadores del albergue que lo han tratado.

"Por lo general, la situación se corrige", asegura Katzurke. "Por suerte, hay pocas ocasiones en las que alguien tenga que devolver al albergue un perro por estas razones".

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