La diabetes en las mascotas: el control estricto es vital

La gata Minka bebe mucho últimamente y va muchas veces al arenero. Y aunque se lanza a comer como si estuviera muerta de hambre, en vez de ganar peso lo pierde. La visita al veterinario desvela qué le ocurre: Minka sufre diabetes.

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La diabetes es una enfermedad que afecta a los animales como a las personas y se determina por el alto nivel de azúcar en la sangre. El diagnóstico significa tanto para dueños como para mascotas un gran cambio que exige disciplina en el control de los valores de azúcar en sangre.

Una sed y orina excesivas y el hambre son señales típicas de la diabetes. En los gatos también modifica su forma de andar. "Sus patas traseras ceden un poco y apoyan al andar el pie entero y no solo los dedos", explica Astrid Behr, de la asociación alemana de veterinarios en ejercicio BPT.

Si los dueños observan estos síntomas durante tres o cuatro días seguidos, deben llevar al animal al veterinario.

Un análisis de sangre y otro de orina servirán para comprobar si los niveles de azúcar en sangre están elevados. El azúcar en la orina quita agua al cuerpo mediante un proceso de osmosis y los animales intentan equilibrar esta pérdida de agua bebiendo mucho.

Una vez diagnosticada la diabetes, hay que modificar la alimentación del animal. "Es necesario comprar una comida especial para diabéticos", dice Behr.

Además, hay que dar de comer a los animales a horas fijas y prescindir de que entre medias tomen premios o golosinas.

Los dueños no hará ningún favor al animal si asumen ellos la preparación de la comida. "Son muy pocos quienes están suficientemente bien informados sobre hidratos de carbono rápidos y lentos", indica Sandra Giltner, de la Academia de Protección Animal de Alemania.

Mientras que los perros no suelen tener problemas con los horarios fijos de las comidas, los gatos pueden ser muy sensibles a la misma. Están acostumbrados a comer durante todo el día. "Si no funciona el cambio a entre dos y tres comidas al día, habrá que dejar las cosas como eran antes", dice Behr.

Una vez que el perro o el gato ha comido es el momento de administrar al animal la insulina.

Necesitan dos inyecciones de insulina al día. Hay que mantener refrigeradas las ampollas de insulina y moverlas entre las manos con cuidado antes de utilizarlas.

"En ningún caso hay que agitarlas, porque entonces se romperán las moléculas de insulina", advierte Giltner.

La hormona se administra por debajo de la piel, por lo general en un lado del cuerpo. "Muchos animales ni se enteran, a otros no les gusta nada", añade Giltner. Lo mejor es que el veterinario explique a los dueños cuál es el mejor método para administrarla.

Los dueños deben comprobar regularmente si la insulina funciona. Eso dificulta viajes y excursiones.

Al inicio de la terapia, será el veterinario el que controle el nivel de azúcar en sangre del animal, pero después tendrán que ser los dueños quienes lo hagan con ayuda de unas tiras para analizar la orina en busca de azúcar.

Una alternativa a ello son unos pequeños aparatos para usar en casa que, como en el caso de las personas, analizan pequeñas gotas de sangre y dan el resultado de los valores de azúcar en ella.

Si se olvida poner una inyección de insulina, los dueños deben hablar lo antes posible con el veterinario. La inyección se puede recuperar, pero habrá seguramente que reducir a la mitad la dosis.

Si el animal vomita después de comer, lo mejor es esperar una hora. Entonces hay que darle de comer de nuevo e inyectar después la insulina.

Como en el caso de las personas, también los perros y los gatos pueden sufrir bajadas de azúcar. Los signos de la hipoglucemia son debilidad, tambaleo, tiritonas e, incluso, pérdida del conocimiento.

"Para esos casos, el dueño debe tener siempre a mano azúcar", recomienda Behr. En caso de emergencia, se le puede poner al animal debajo de la lengua o frotarle con ella las encías si no puede tragar.

Para prevenir la diabetes, los expertos recomiendan distintas estrategias para perros y gatos.

Ya que son sobre todo las perras las que resultan afectadas entre los canes, deben ser castradas. "Las hormonas sexuales tienen un impacto negativo en la insulina", según Behr.

En el caso de los gatos, la diabetes afecta más a los machos con sobrepeso. "Por eso los dueños deben prestar especial atención y hacer que los felinos mantenga un peso saludable. Esta es la mejor profilaxis", aconseja Giltner.

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