Los gatos y sus dueños

El gato es una de las mascotas favoritas de la gente, pero muchos no los entienden bien. Y este, por su lado, se sorprende por las reacciones de las personas con las que vive. La relación entre dueño y gato está muchas veces plagada de malentendidos.

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"Muchas veces escuchamos decir que los gatos son unos animales falsos porque primero se dejan acariciar y luego, de repente, parece que atacan", dice Cristeta Brause, de la organización de protección animal Tasso.

La realidad es bien distinta. El gato expresa a su manera cuando está harto. Los músculos se tensan, la cola se mueve de un lado a otro, las orejas van hacia atrás, aparta la mirada...

"Cualquier gato lo entendería inmediatamente", dice Brause. "Pero muchas personas no reconocen estas señales y se sorprenden de que el gato se revuelva sin haber avisado", añade.

También Dennis C. Turner, director del Instituto para Psicología Animal de la ciudad suiza de Horgen, puede dar muchos ejemplos de cómo las personas malinterpretan el lenguaje del gato.

"Se dice que si los gatos ronronean, están a gusto. Es así en la mayoría de las ocasiones, pero no siempre", indica.

El ronroneo puede ser también señal de dolor. Hay animales, por ejemplo, que ronronean durante la visita al veterinario para tranquilizarse.

Otro prejuicio dice que los gatos ven a sus dueños solo como proveedores de comida y otras necesidades. Es falso. "Los gatos establecen una relación con las personas y las ven como 'abridoras de latas", indica Turner, basándose en sus investigaciones.

También muchas veces se sostiene falsamente que no se puede educar a los gatos. "Claro que se puede, pero solo con refuerzos positivos, es decir, con las recompensas adecuadas en los momentos adecuados", señala Brause.

Quien sin embargo actúe bajo la divisa "Yo soy el jefe y tienes que obedecerme" se encontrará con el fracaso de todo esfuerzo.

Hay que intentar ver la vida desde la perspectiva del gato. Entonces se podrá ver que el felino no puede entender por qué, por ejemplo, no puede arañar el sofá. Para él es algo normal.

"Los gatos marcan así su territorio", explica la psicóloga felina Michaela Asmuss. Lanzarles algo o pulverizarles agua no conseguirá una reacción del animal, pero no la buscada.

Habrá animales que crean que se trata de un juego estupendo. Otros se asustarán y no entenderán el mundo. Y en el peor de los casos, la confianza del animal en las personas quedará destrozada.

Asmuss aconseja a los dueños de gatos que compren un árbol rascador para sus mascotas y lo coloquen cerca de las puertas de las habitaciones.

Para animar al gato a que arañe allí se puede esparcir hierba de gato, también llamada menta gatera. En el momento en el que arañe allí hay que felicitarlo. "Los gatos aprenden rápido de esta forma", indica Asmuss.

Hay que tener en casa al menos un árbol rascador, preferiblemente uno grande por el que el felino pueda trepar casi hasta el techo. El salón es un lugar apropiado porque así el gato estará con las personas.

Una buena forma de establecer contacto con el gato es jugar con él. "Es una ocupación compartida y de esta forma se desmontan miedos y se refuerza la sensación de seguridad", apunta Asmuss.

El dueño debe además pensar en el carácter de su animal. ¿Es un solitario o le gusta la juerga?

Por lo general, los gatos son animales individualistas con sentido social. Al contrario que los animales de manada o rebaño, los gatos cazan y comen solos.

No precisan de otros congéneres para sobrevivir. Sin embargo, pueden hacerse amigos de otros gatos.

Para los felinos también es importante tener un lugar de retirada, por ejemplo una cueva. Cuando el gato señaliza que quiere estar tranquilo, no se le debe molestar. En caso de hacerlo, se le generará estrés.

Y si el gato no está a gusto, se producirán comportamientos llamativos. "Se retirarán mucho", dice Asmuss. Puede que se pasen el día bajo la cama o el armario. Muchos salen por las noches de su escondite.

Las pupilas dilatadas señalizan miedo y los bufidos son señal de defensa. Algunos, además, se vuelven sucios. Esto último puede ser también señal de que no les gusta su baño.

A los gatos, por ejemplo, no les gustan los areneros con tapa. Y con lo limpios que son, lo más aconsejable es tener dos areneros, uno para la orina y el otro para las cacas.

"Si el gato se comporta de manera rara y no se encuentra razón para ello, lo que hay que hacer es ir con él al veterinario", aconseja Brause.

Este realizará una exploración física en busca de alguna señal corporal. Un gato al que se le escapa orina puede que tenga una infección en la vegija, por ejemplo. Si no hay enfermedades, el veterinario puede recomendar una terapia de comportamiento o un terapeuta felino.

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