La guerra que enfrentó durante tres años al Paraguay con el vecino país de Bolivia (1932-1935) tiene antecedentes tan lejanos como la misma historia de los países. Durante la época del dominio español en América, la división de los territorios se realizaba arbitrariamente, según las necesidades o intereses de España. Luego, llegaron las independencias y las antiguas provincias españolas de América se convirtieron en nuevos países: Paraguay, Bolivia y Uruguay, entre otros.
Pero una herencia de la historia colonial afectó a los nuevos países: los límites. Numerosos documentos coloniales superponían territorios y generaron conflictos. Durante años, se firmaron acuerdos y protocolos entre Paraguay y Bolivia tratando de acordar los límites entre ambos países, pero, a pesar de estos intentos, diversas causas derivaron en el conflicto armado que conocemos como la Guerra del Chaco.
El 12 de junio se firmó la paz y el 14 terminó la guerra. En mayo de 1935 se constituyó una comisión en Buenos Aires integrada por países neutrales y a la que fueron convocados los representantes de los países enfrentados para encontrar una solución al conflicto armado. Finalmente, el 12 de junio de 1935 se firmó el protocolo de paz entre los cancilleres Luis A. Riart, de Paraguay, y Tomás Elío, de Bolivia.
La guerra había llegado a su fin y una multitud reunida frente a la casa de Gobierno en Buenos Aires celebró con júbilo el anuncio de la paz y, ante el pedido del público, ambos cancilleres se brindaron un fraternal abrazo. Así, la guerra terminaba en los papeles, pero en el territorio chaqueño, la guerra continuó dos días más, hasta que llegó la noticia de la firma del protocolo.
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No es de extrañar que el fin de la guerra también haya sido celebrado en el Chaco por ambos bandos, con alegría, abrazos y lágrimas. Tres años de enfrentamientos de dos países empobrecidos en uno de los territorios más áridos del continente, combatiendo no solo al eventual enemigo, sino también al calor, al hambre, las enfermedades y, por sobre todo, la sed provocada a causa de la falta de agua.
Si bien es importante recordar la historia, lo es más aún tener presente el legado de aquellos heroicos guerreros que pelearon sin temor por defender nuestro país y que hoy, en los últimos años de sus vidas, necesitan más que nunca que les retribuyamos lo que dieron al país. Ellos no piden más que cariño, respeto y compañía. No olvidemos que son muchos los que rondan por los pasillos de los hogares de ancianos, abandonados a su suerte por sus familiares. No estaría de más brindar un poco de nuestro tiempo para realizar una visita amistosa y compartir con nuestros excombatientes un momento especial que, de seguro, quedará grabado en sus corazones.
