Angustia de un viejo cafetero

El ambiente festivo característico de diciembre, lejos de traer alegría a don Pablo, le suma otra angustia. Es que a sus 64 años y tras casi 50 de vender café por pasillos tribunalicios, lleva más de 4 meses sin poder entrar al Palacio de Justicia.

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Relegado a la plaza frente al Palacio, bajo la sombra de una sombrilla prestada, Máximo Benítez Báez, más conocido como don Pablo, intenta vender su producto bajo el intenso calor. Demás está decir que la combinación no favorece a la venta, la cual ha mermado considerablemente desde su “destierro”.

“Con este calor nos cocinamos todos acá”, explica, tras comentar su preocupación por la poca venta, máxime en esta época en que debía “juntar” un poco más, para poder aguantar la merma que acarrea el receso de la feria judicial.

Una prohibición de la Corte Suprema de Justicia estableció que ningún vendedor puede ingresar al Palacio. Por supuesto las excepciones existen y no es raro observar los baños del edificio público devenidos en probadores, o cómo las funcionarias de distintos sectores eligen lencería, joyas y bijouterie entre una y otra actividad judicial, por supuesto, de la mano de curvilíneas funcionarias que, al parecer, no sufren los inconvenientes de la rigurosidad aplicada a don Pablo.

Oriundo de San Lorenzo, la rutina diaria de don Pablo empieza a las 2:00, hora en que se levanta a preparar café y jugo, luego toma el primer bus. Antes emprendía el viaje con doce a trece termos de café, además de jugo, que vendía en su totalidad. Ahora, con la disminución de las ventas, trae solo seis.

“No puedo traer más porque lo que no vendo tengo que tirar, porque el café al recalentar pierde su gusto y no es lo mismo. Ya perdí mucho, por eso traigo poco”, comentó.

“Es injusto. Yo necesito trabajar. Hace casi 50 años que vengo al Palacio, antes estaba en el viejo y cuando se mudó, vine también. Con esto yo mantengo a mi familia. Ahora mi señora está enferma, no puede levantarse de la cama y yo soy el único sostén. Yo tengo 64 años y a mi edad ya no da para buscar otro trabajo”, expresó el cafetero.

Don Pablo lamenta no poder acceder a sus clientes, entre los que se encuentran ministros a los que conoce desde que eran practicantes y dactilógrafos, camaristas, jueces, actuarios, entre otros que visitaba a diario en sus oficinas ubicadas en distintos pisos de las dos torres del Palacio, pues es prácticamente imposible que estos dejen sus actividades para irse junto a él en la plaza, a comprar un café. De hecho, muchos de los funcionarios también lo lamentan y preparan una firmata para pedir a la Corte que se levante la restricción.

Algunos recuerdan que hay restricciones para la salida de los funcionarios y además, hace varios meses que el Palacio ni siquiera tiene cantina. De hecho, el propio Don Pablo solicitó una reconsideración hace meses al departamento de Recursos Humanos. “Yo te aviso”, es lo única respuesta que hace meses le da el jefe del referido departamento, que es lo mismo que nada. El cafetero intentó hablar con los ministros de la Corte Antonio Fretes y Alicia Pucheta, a quienes conoce desde el inicio de sus carreras, para pedir solución a su problema, pero como no le permitieron, debió resignar su reclamo a las secretarias.

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