Por ejemplo, por día y tan solo en el Mercado Central de Abasto de Asunción, se desperdician y pudren más de 60 mil kilos de alimentos. Para tener una idea, eso es lo que pesan 700 personas juntas o 12 tractores agrícolas. Recuperando tan solo el 10 por ciento de estos productos, la Fundación Banco de Alimentos bien podría asistir a unas 70 mil personas.
La triste historia comienza en el campo, con el producto que no es cosechado y que no llega a las góndolas; sigue con la comida que se tira en los centros comerciales, en los supermercados, en los locales gastronómicos y, por supuesto, en nuestros hogares.
“Es importante entender que la cultura de la lucha contra el desperdicio se traduce directamente en la lucha de la pobreza”, reflexiona el presidente de la Fundación Banco de Alimentos en Paraguay, Guillermo Fanego.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) calcula que a nivel mundial se pierde y se desperdicia un tercio de todo el alimento producido. En Paraguay esto representa unos 50 millones de kilos diarios. Siete kilos de comida al día por cada paraguayo, mientras que en nuestro país el 10 por ciento de la población (700.000) pasa hambre, según datos también de la misma FAO.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Fanego explica en forma más precisa que el 54 por ciento de todo esto es pérdida y significa que el alimento se estropea o se extravía antes de llegar a su fase de producto final. Es común que por las condiciones fluctuantes del mercado o por la falta de caminos de todo tiempo, muchos agricultores prefieren que sus plantaciones se pudran en el campo, simplemente porque les sale más barato que cosecharlas.
Ahora, el otro 46 por ciento de la comida que termina en la basura es desperdiciada; es decir, los alimentos ya están aptos para el consumo, pero los comerciantes o los consumidores (nosotros) los descartamos y dejamos que se estropeen. Este es el caso de los productos que no se comercializan, que caducan, que tienen desperfectos en el envase, etc.
También son los panes rancios y hasta la fruta que no es elegida sencillamente por no ser atractiva. Y claro, está el alimento perecedero que los locales gastronómicos desechan; se cocinó y no se comió o bien quedaron sobras en el plato.
Y aunque los padres enseñan constantemente a sus hijos que la comida no se tira porque “en África hay niños que pasan hambre” -al igual que en Paraguay- en nuestros hogares también se botan al tacho de basura alimentos como sobras de los almuerzos y cenas, frutas y verduras que se pudren, leche que se corta y... la lista sigue.
La Fundación Banco de Alimentos trabaja en gestión, dice insistentemente su presidente. Recuperar la comida desechada y canalizarla a instituciones de beneficencia que se dedican a distribuirla a los más necesitados.
En el 2015, la organización recuperó unos 155.000 kilos de comida (solo el 1 por ciento de los que se pierde y desperdicia en Paraguay) y con ello se logró asistir a unas 16.000 personas. Fanego indicó que actualmente proyectan un plan para recuperar 2.000 kilos diarios de frutas y verduras del Mercado de Abasto de la capital (apenas el 3% de lo que se desperdicia al día en este populoso centro comercial).
Otro anhelado proyecto al que aspira la fundación será con las denominadas “heladeras solidarias”. Varias firmas ya se comprometieron a donar equipos de refrigeración para ser ubicados en distintos locales gastronómicos de Asunción y sus alrededores (pizzerías, restaurantes, lomiterías, etc.). Los propietarios de los comercios colocarán en las heladeras el excedente de la producción de comida y al día siguiente serán remitidos a una institución de beneficencia; y claro, respetando la cadena de frío.
Solo es gestión, repite Fanego e insiste en que el gobierno bien podría ayudar con políticas públicas. Por ejemplo, sería útil establecer dos fechas de caducidad en los productos: primero el vencimiento comercial y recién días después el vencimiento de inocuidad, a fin de que en ese lapso de tiempo se puedan donar y distribuir.
Asimismo, es común que en otros países se apliquen deducciones de impuestos a favor de las empresas que donan alimentos y otros productos que ya carecen de valor comercial, pero que siguen conservando un valor social. Hasta el momento, la fundación no tuvo el acompañamiento de ningún plan estatal para fomentar la recuperación de alimentos, lamenta Guillermo Fanego.
“Imagínense si podemos congeniar, tratar de crear una nueva cultura en que todo desperdicio se pueda direccionar, gestionar a las personas que necesitan. Yo creo que el porcentaje de pobreza extrema bajará... si colaboramos todos juntos”, puntualizó como última reflexión ante las paradójicas problemáticas del hambre y de la comida que va a parar a la basura.
