De Colombia a Caacupé en bici

Leonardo Méndez (43) y Diana Morales (32) son una pareja de ciclistas colombianos. En su largo periplo sobre dos ruedas llegaron a Paraguay. Y cuando estuvieron aquí, no tenían planeado ir a Caacupé, pero el aluvión de peregrinos los llevó.

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“Nos aburrimos de vivir en una gran ciudad, así que decidimos vender todo lo que teníamos y salimos a la aventura...”, explican Leonardo y Diana en el eucaliptal, poco después de atravesar por Curuzú Peregrino, rumbo al este por la Ruta 2.

El 8 de marzo de este año, hace exactamente nueve meses, salieron de Bogotá, la capital colombiana y emprendieron un tour que los llevó a Ecuador, Perú y Bolivia antes de llegar a Paraguay.

Luego del periplo en el territorio boliviano se debatían entre la duda de partir hacia Chile, Argentina o Brasil. Pero cuando escucharon hablar del Chaco Paraguayo la curiosidad los arrastró hacia el descubrimiento. El 15 de noviembre empezó la travesía de la cual, si no hubiera sido por la hospitalidad de la gente con la que se cruzaron, se habrían arrepentido.

“Calor y sed como nunca. Pedaleamos desesperadamente contra el viento, mientras que varios zancudos grandes intentan alimentarse de nosotros, al tiempo que recibimos la más calurosa bienvenida de todo el recorrido, cada persona con quien nos cruzamos mostró lo mejor de Paraguay”, describen en el diario de viajes que crearon.

Y lo volvieron a relatar esta mañana: “No teníamos planeado venir al Paraguay, como tampoco ir a Caacupé, pero como todo el mundo nos habla de ellos y nos recuerda a la Virgen de Monserrate en Colombia, ahora estamos en el camino”, comentan mientras la caravana de los promeseros va avanzando hacia la villa serrana en vísperas de las festividades.

Sobre la bici llevan todo lo necesario para el viaje y para acampar donde sea: Una carpa, ropa, comida, agua, herramientas, botiquín de primeros auxilios y hasta una parrillita.

“Todos los días son una aventura y nos sucede algo nuevo en el recorrido. Encontramos gente muy amable”, aseguran al destacar la hospitalidad de los paraguayos que encontraron en todo el itinerario, incluyendo el Chaco. “Nos dan hielo, agua, nos ofrecen comida y lo mejor, es que los conductores nos dan paso y no nos pitan (la bocina) como en otros lugares”, dicen gratamente sorprendidos de esta “buena costumbre”.

Le explicamos que los bocinazos implican un reclamo y por tanto, fuera de lugar, es una ofensa.

Para solventar los gastos del viaje ofrecen fotografías tipo postales de su travesía a través de los más bellos y contrastantes paisajes que van encontrando.

Y así Leonardo Méndez y Diana Morales pasaron por Caacupé atraídos por la caravana de los promeseros que van llegando hasta la villa serrana. El rumbo seguirá hacia el Este.

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