El documento encajonado en el juzgado de la magistrada Patricia González -al que accedió ABC Color- ocultaba más que solo su -hasta ahora- inexplicable negligencia: también detalles de las operaciones regionales del poderoso narco, que llevaba una vida de lujos en la cárcel capitalina.
La acusación de la justicia brasileña contra Pavão presentada en el año 2013 revela que estaba estrechamente ligado a una organización criminal que operaba en la ciudad de Santa Cruz do Sul, del estado Río Grande do Sul, encabezada por Antonio Marco Braga Campos, cuya banda traficaba armas y drogas.
Novo Hamburgo era la base principal de operaciones de esta organización, que contaba con dos nexos en Ciudad del Este: otros líderes de la banda identificados como Fabricio Santos Da Silva y Enio Antos Souza. Ambos están recluidos actualmente en una penitenciaría de máxima seguridad.
Estos dos sujetos, a su vez, negociaban con Pavão y concretaban la introducción del cargamento ilícito a través de la frontera con Foz de Iguazú. La acusación sostiene que la banda brasileña poseía fuertes brazos operacionales en Paraguay y Brasil, que le permitían traficar libremente con la organización que comandaba Pavão.
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Jarvis introducía a Paraguay constantes cargamentos de droga, preferentemente cocaína, proveniente de Bolivia. Su método de transporte predilecto era vía aérea: utilizaba avionetas y pistas clandestinas. Esto fue ratificado por las investigaciones paraguayas que fueron comprobadas en el juicio oral y público que enfrentó el ahora condenado.
El 26 de diciembre de 2009, Jarvis Chimenes Pavão fue capturado mientras dormía en una estancia de Yby Yaú, Concepción, operativo durante el cual los agentes de la Senad confiscaron grandes cantidades de drogas y armas.
Pavão y su empresa criminal eran los principales proveedores de droga de la banda de Río Grande do Sul, encabezada por Antonio Marco Braga Campos. La investigación brasileña sostiene que el narco condenado en nuestro país coordinaba y controlaba los grandes envíos de droga a Brasil, incluso estando preso en Tacumbú.
A finales de julio pasado, las autoridades judiciales dejaron al descubierto los lujos en los cuales el narco brasileño cumplía su condena en la Penitenciaría de Tacumbú. Su confortable celda estaba construida justo debajo de la dirección de la prisión y contaba con costosos muebles, televisores led, vestidores, ropas deportivas, electrodomésticos y otras comodidades. Este bochornoso caso le costó el puesto a la por entonces ministra de Justicia, Carla Bacigalupo.
