La educación es un derecho inalienable y no un privilegio para unos cuantos. Al menos eso es lo establece la Constitución Nacional. Pero para las personas con algún tipo de discapacidad eso es una utopía.
Es lo que se desprende de la vivencia de una bella joven llamada Milagros Esperanza Leiva Fariña (15), que hace unos tres años tuvo un giro inesperado en la vida que la dejó en silla de ruedas. Todo comenzó con un dolor de espaldas persistente, al que al principio los médicos no dieron mayor importancia. Luego de meses de idas y venidas a diferentes centros hospitalarios, ya con un dolor que hasta le impedía caminar, se descubrió que la niña entonces de 13 años tenía un tumor alojado en la columna vertebral.
Esto fue un golpe muy grave para la familia compuesta por cinco hermanos, donde Mili es la menor. En ese entonces, Mili vivía con su hermana; su padre había fallecido recientemente y su madre, Maria Blásida Fariña, se encontraba trabajando en España, que por el susto regresó en forma inmediata sin nada más que el valor de su pasaje. Se sucedieron una serie de intervenciones quirúrgicas para extirpar el tumor, aunque los médicos le aseguraron que no afecta su locomoción.
Sin embargo, las cosas no salieron como estaban previstas por algunos errores cometidos durante su operación. Mili quedó sin poder mover las piernas y sin sensibilidad. Esta situación la afectó mucho y la sumió en una profunda depresión. “Sentí que mi vida se detuvo, a causa de las operaciones y tratamientos tuve que dejar mis estudios, pensando que luego de esta pesadilla podría retornar”.
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Mili tuvo una sorpresa inesperada un día que, estando acostada en su cama, sintió un dolor en los pies y luego de algunos intentos pudo mover los dedos de su pie. Este hecho la impulsó a reiniciar con más ímpetu su fisioterapia. Actualmente, ya puede realizar ciertos movimientos y hasta pararse por unos minutos, pero su tratamiento aún es largo.
Lo que más desea es tener la posibilidad de retomar sus estudios, ya que cursa el noveno grado, pero eso se está convirtiendo en un problema, pues no consigue un colegio accesible. Su madre logró inscribir en la Escuela Tte. Fariña, pero el primer dia de clases sintió una gran desilusión porque el noveno grado se encuentra en un segundo piso y no hay rampas para que pueda subir en silla de ruedas. Cuando su madre buscó otras escuelas públicas encontró el mismo inconveniente. en todas las instituciones: hay barreras físicas para los discapacitados y una nula accesibilidad.
Las escuelas y colegios privados no son una opción pues no cuentan con las posibilidades económicas para pagar mensualidad, luego del costoso tratamiento que tuvo que seguir. Otro problema que enfrentan es que Mili no cuenta con una silla de ruedas adecuada para desplazarse largas distancias, ni con vehículos por lo que tienen que recurrir a la solidaridad de los vecinos para llegar hasta el Senadis para su fisioterapia, que solo puede hacerlo una vez a la semana por la gran cantidad de pacientes que acuden al sitio. Aunque lo ideal sería poder hacerlo todos los días.
Milagros sueña con poder terminar sus estudios básicos y secundarios, a fin de estudiar fisioterapia, para que pueda ayudar a otras personas a recuperarse de enfermedades o accidentes. “Admiro el trabajo de los fisioterapistas”, expresa con lágrimas en los ojos.
Para la Unesco, la educación inclusiva tiene que ver con remover todas las barreras para el aprendizaje, y facilitar la participación de todos los estudiantes vulnerables a la exclusión y la marginalización. Asimismo, la Ley Nº 5.136, de Educacion Inclusiva, establece que ninguna escuela o colegio podrá rechazar a un niño o adolescente por ser discapacitado. El problema radica en que la mayoría no cuenta con la infraestructura adecuada para la accesibilidad.
