Una tradición de medio siglo

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Con el reflejo del cansancio en el rostro y una camiseta del club Olimpia, Félix Miguel Dávalos empuja la silla de ruedas de su suegro Gustavo Balmori, quien no puede caminar.

"Siempre venimos a Caacupé, tenemos mucho que agradecer", exclama Balmori. Trae un par de guantes para peregrinar a su modo, hace girar las ruedas que ahora reemplazan a sus piernas y así aliviana la tarea de Félix.

Ambos son oriundos de Ciudad del Este y peregrinan a Caacupé desde la veraniega ciudad de San Bernardino. Don Balmori visita a la virgen desde hace 47 años y ahora lo hace con el nuevo joven integrante de la familia, cuya promesa se oculta en su fatigada expresión.

Una pequeña pausa en la Cruz del Peregrino, un sorbo de agua para refrescar el aliento, y continúan llevando su fe en el último tramo rumbo a la Basílica, mientras la cantidad de fieles va en paulatino aumento.