Un hincha croata muy particular

Blago Mikulic es un croata que llegó a Paraguay hace casi 40 años. Pese a que formó su familia aquí, el amor a su patria sigue vigente y más ahora con la final del mundial. Su vida incluye secuestros, prisión y toma de rehenes antes de llegar a América.

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Los vecinos del barrio Las Residentas de Santísima Trinidad conocen muy bien la herrería “Croacia”, situada específicamente en la urbanización Las Colinas, pero muy pocos saben la historia del dueño de dicho negocio, don Blago Mikulic (73), quien reside en Paraguay hace ya casi 40 años, en carácter de refugiado político, ya que se escapó de su país, en ese entonces dependiente de Yugoslavia, por no querer unirse al ejército comunista.

“Él vive con Croacia en su corazón. A veces no desayuna, no come por estar en la computadora para saber de Croacia”, cuenta su esposa, doña Felicita González de Mikulic, a quien don Blago desposó en el año 1979, tras conocerla en una fiesta en la Casa Argentina, según cuenta a Gloria Torras, vecina de ambos y quien los entrevistó.

Por su parte, don Blago señala “Yo estoy contento porque Croacia llegó a tanto, y creo que va a ganar la Copa”, dice optimista.

Sin embargo, lejos de las expectativas en torno a la final de la Copa del Mundo 2018 en Rusia, lo verdaderamente apasionante de conversar con don Blago se centra en las peripecias que según comenta, debió pasar antes de llegar a Paraguay. Estuvo en prisión en Suecia y España por secuestrar a un cónsul y sus amigos secuestraron un avión comercial con rehenes.

Todo empezó cuando tenía 18 años y por su reticencia a unirse a filas del ejército yugoslavo, ya que desde ese entonces, era de los que creía en la independencia de Croacia (que recién logró su independencia en los 90).

Él mismo lo cuenta de la siguiente manera “Había comunismo y no quería ir al cuartel por eso me escapé a Italia y pedí asilo político. De Italia me fui a Suecia”, dice, y continúa “Me escapé con amigos, pero a los otros les devolvieron porque no consiguieron asilo político en Suecia. Allí encontré muchos croatas que escaparon. En Suecia seguimos la lucha por Croacia contra Yugoslavia”, señala.

Prosigue diciendo que “ahí nuestro problema era que teníamos que salir y no podíamos. Estuvimos en la cárcel de Suecia, y estuve un año y medio pero me condenaron a tres años por secuestrar a un cónsul yugoslavo”. En ese entonces tenía aproximadamente, 23 años. Sigue contando que lo hicieron porque “condenaron a mi amigo a pena de muerte, entonces para liberarle, intercambiar, le dijimos que vamos a matar al cónsul. No le liberaron y nos rendimos después de 24 horas”, señala.

Pero el tema no terminó allí, ya que “después otro grupo quería secuestrar al embajador para tener más presión, pero el embajador no se rendía, quiso luchar y ahí le mataron”, por lo que lo condenaron a cadena perpetua”. Luego de esto, para liberarlo sus amigos secuestraron un avión sueco de pasajeros y se fugaron a España. “Yo estaba en la cárcel y a cambio de los pasajeros nos liberaron.

Estuvimos en la cárcel en España un año y medio, nos liberaron de la cárcel y nos expulsaron y vinimos a Paraguay”, recuerda.

Comenta que “un representante” de ellos fue el que consiguió asilo en Paraguay. “Vinimos entre nueve y nos quedamos en Asunción a sobrevivir. Tenía 25 o 26 años aproximadamente tenía al llegar a Paraguay”.

Explica que un coronel de apellido Rejalaga, cercano a Stroessner fue el que intercedió para que se quedaran.

“Luego ingresé al colegio Cambridge para terminar la secundaria porque sólo tenía la primaria de Yugoslavia. Le conocí a Felicita y como los dos éramos pobres ya no pudimos estudiar, luego ya tuvimos hijos”, indica.

Fue en esa época que inició el oficio de Herrero con un arquitecto y luego al conseguir un terreno, donde actualmente sigue viviendo, construyó poco a poco su vivienda y el que sería su negocio hasta hoy día.

También devela, con pesar, que por su causa, sus familiares fueron muy perseguidos luego de haberse escapado, razón por la cual lo rechazan hasta hoy. “Mi familia tuvo muchos problemas represalias, eso fue lo que me dolió más, mis hermanos les persiguieron”.

A casi medio siglo de todo lo que pasó, Don Blago no oculta el gran cariño que aún siente por la patria que le vio nacer. Cuenta que viajó a su país en dos oportunidades, y no pierde la esperanza de volver para quedarse definitivamente. “No estoy seguro si voy a morir acá o irme a morir allá”, señala. Esto se demuestra con hechos como que puso en venta su casa, pero que luego lo pensó mejor, ya que según él mismo lo admite, la vida en Croacia es muy costosa.

 

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