En estos agitados tiempos de luchas y esfuerzos de las personas por lograr bienes materiales, resulta bastante sorprendente que hay muchos hombres y mujeres que optan por ingresar a un convento para adorar a Dios y rezar, en silencio o cantando, por la felicidad de todas las gentes de la sociedad.
Cuando los ciudadanos estamos metidos de lleno en el trabajo diario de acumular objetos materiales y recaudar dinero para nuestras familias, hay un grupo pequeño de personas que dejaron de lado, totalmente, las aspiraciones mundanas de la glotonería, la lujuria, la riqueza, el poder, la celebridad, etc.
La entrega total de los monjes y monjas a la vida comunitaria para orar y trabajar, en forma aislada, rezando todo el día por la salvación de las almas propias y ajenas, constituye, sin lugar a dudas, una prueba irrefutable de que el ser humano es algo más que un montón de carne y sangre controlados por un cerebro.
Ese algo más debe de ser de orden divino, de dimensión espiritual, un sentimiento profundo en el interior de las personas que las induce a buscar algo más que lo simplemente material.
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Con Chiquitunga, podemos aprender que hay diversas formas de lograr la felicidad en este valle de lágrimas. Amar al prójimo, ayudar al necesitado, acompañar a los enfermos, consolar a los que sufren, llevar esperanza a los desamparados, etc. son acciones que no reditúan dinero sino que alimentan el alma de quienes pusieron sus vidas al servicio del Señor.
La sociedad paraguaya debe estar eternamente agradecida a María Felicia de Jesús Sacramentado por haber brindado un extraordinario testimonio de vida de entrega a Dios y servicio al prójimo aquí, en medio de nosotros, en esta tierra guaraní donde, por lo visto, no solamente tenemos bellos paisajes y una fecunda naturaleza, además de problemas políticos e injusticia social, sino también hay personas bondadosas y altruistas, identificadas con la dimensión trascendental de los seres humanos.
Gracias, beata Chiquitunga, por recordarnos, hoy y aquí, que no estamos en este mundo solo para acumular bienes materiales sino, fundamentalmente, para honrar y servir a Dios a través del amor y la ayuda a nuestros hermanos más necesitados.
ilde@abcom.py