Carolina Herrera: ¿apropiación cultural u homenaje?

El debate sobre la moda, la apropiación cultural y el racismo en la industria —dado que varias marcas, desde Gucci hasta H&M, han sido criticadas por hacer productos que aprovechan las labores de otros o parecen ignorar cuestiones históricas—...

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... acaba de alcanzar un nuevo punto crítico.

Este miércoles 12 de junio se publicó una carta que la secretaria de Cultura mexicana, Alejandra Frausto, envió a la casa de moda Carolina Herrera y en la que acusa al grupo de diseño de usar, para beneficio propio, técnicas de bordado y patrones identitarios de comunidades indígenas para la colección Resort 2020, que fue mostrada a personas de la industria en citas especiales en la sede neoyorquina de CH. (La carta fue reportada por varios medios mexicanos y por El País).

La colección Resort 2020, con tonos veraniegos, fue inspirada por el estilo de vida de la fundadora de la casa de modas, quien es venezolana, y por su idea de cómo sería una “vacación latinoamericana”, dijo Wes Gordon, el director creativo de la marca CH. Gordon comentó que él y su esposo habían viajado a México hace poco y que quedaron “cautivados por su belleza”. La colección fue presentada en privado con notas descriptivas que hacían referencia a “el atardecer en Tulum, la luz en Lima, las caminatas en Ciudad de México, las olas en la uruguaya playa de José Ignacio, el bailar en Buenos Aires y los colores de Cartagena”.

La colección incluye bordados florales y de animales en vestidos sin manga, abrigos de cuero y vestidos de coctel; Frausto señaló que esos bordados pertenecen a la comunidad otomí en Tenango de Doria, Hidalgo, mientras que otros son típicos del istmo de Tehuantepec, Oaxaca, y que una camisa a rayas toma el estilo del sarape de Saltillo.

Internet reaccionó de manera muy negativa esta semana a las prendas reveladas por Carolina Herrera. Cuando Gordon publicó imágenes de la colección en su cuenta de Instagram, hubo varios comentarios críticos.

Este es el ejemplo más reciente de gente que le exige a la moda tener más consideración; en 2017, Chanel también fue acusada de aprovecharse de tradiciones aborígenes de Australia tras poner un búmeran a la venta. Sin embargo, en los últimos meses esas denuncias públicas han tenido más resonancia, gracias a que las redes sociales han permitido que más personas se pronuncien y a las que antes no se escuchaba en este ámbito.

En noviembre, Dolce & Gabbana tuvo que cancelar una pasarela en China porque los videos promocionales tenían a una modelo china a la que le “enseñaban” a comer pasta con palillos. Luego Prada se metió en problemas por un aparador de llaveros para bolsas de mano que eran incómodamente parecidos al personaje Little Black Sambo, considerado un estereotipo racista. A principios de junio el comediante Hasan Minhaj dijo durante su presentación en la ceremonia de Council of Fashion Designers of America que Gucci era conocida por “ponerles turbantes a hombres blancos”.

No obstante, en el pasado tales ofensas han sido expuestas por seguidores de la industria y por grupos que vigilan a las casas de moda. Esta es la primera vez en la que se involucra directamente un gobierno nacional.

Frausto escribió en su carta que “se trata de un principio de consideración ética que, local y globalmente, nos obliga a hacer un llamado de atención y poner en la mesa de la discusión pública un tema impostergable” respecto a “promover la inclusión y hacer visibles a los invisibles”, en referencia a los “pueblos originarios” mexicanos.

La marca Carolina Herrera, que es propiedad del grupo de modas español Puig, no ha dado respuesta pública a lo sucedido en sus redes sociales ni ha difundido disculpa pública alguna o planes para reparar a las personas cuyos bordados usó. En vez de eso lanzó un comunicado insulso en el que indicó que la colección siempre fue pensada para rendirle tributo a México y para celebrarlo. Parte del comunicado decía: “La emblemática casa de moda reconoce el trabajo textil y artesanal, diverso y maravilloso, de los artesanos mexicanos en su colección inspirada por los ricos colores de su cultura y técnicas artesanales”.

En otra parte del texto, la casa de moda indica que Herrera es una “gran admiradora de México” y en una cita atribuida a Gordon dice: “Quise mostrar mi profundo respeto a las diversas técnicas y elementos tradicionales de la artesanía mexicana y celebrarla en la destreza de alta costura”.

En una entrevista telefónica, Gordon dijo después que la marca está discutiendo internamente sobre qué acciones conviene tomar en respuesta a los señalamientos.

“Queremos hacer lo que sea necesario para que todos sientan el mismo júbilo respecto a esta colección que yo sentí cuando la estaba desarrollando”, dijo. Hizo notar que Herrera y él no lo han discutido mucho porque es responsabilidad de él como director creativo.

“Estamos viviendo un gran ajuste social en cuanto a cómo hablamos del género, la cultura y la identidad”, añadió. “Estas son discusiones importantes que se deben tener y nos tomamos esto muy en serio”.

Los demás también deben tomárselo en serio: lo sucedido con la colección de CH subraya de qué maneras las prácticas tradicionales de la industria de la moda son problemáticas y anticuadas. Por ejemplo, el hecho de que la industria diga que está rindiendo “homenajes” a varias culturas y ritos étnicos desde, por lo menos, la colección rusa de Yves Saint Laurent en 1976. En 2015, el Costume Institute del Museo Metropolitano de Nueva York organizó una muestra enorme dedicada a las visiones que han tenido diseñadores occidentales sobre China, exhibición que prácticamente fue un caso de estudio sobre la apropiación en el último siglo. Durante años los “viajes de inspiración” de modistas a alguna ubicación en busca de materiales, tonalidades y formas para expandir sus repertorios fueron prácticas típicas en muchas casas (al menos hasta que el internet hizo innecesario hacer el viaje de manera física).

De hecho lo sucedido en este caso ha sido por mucho tiempo la fórmula de los diseñadores: tomar un toque de alguna silueta desde acá, un detalle de decoración de por allá y mezclarlo con una pizca de arte o arquitectura y, voilà!, ahí está la nueva colección. Eso definitivamente sucedió en este caso con Herrera; Gordon tomó el vocabulario de moda básico de la casa —prendas esenciales al estilo gala que puedes usar en el patio de tu casa— y los mezcló con diseños inesperados para darles vida.

Excepto que ahora, en nuestro mundo tan conectado, quienes terminan por dar indirectamente esa “inspiración” se dan cuenta de ello como no lo hacían antes y consideran que el resultado es menos un tributo y más un robo. Además, sí lo están expresando en esos términos. Porque aquellos diseños inesperados en realidad son el vocabulario básico de alguien más. Solamente porque no pertenezca a una marca específica no significa que pueden ser tomados sin más.

Un problema es que muchos diseños no tienen protecciones de propiedad intelectual, por lo cual no hay muchos recursos en caso de que alguien sea afectado más allá de poder denunciarlo públicamente.

No obstante, no queda claro si con eso se resolvería la situación actual. Obviamente también hay diferencias entre prendas que caen en el racismo (como lo han hecho Dolce & Gabanna, Gucci y Prada) y las que tienen apropiación, aunque en ambos casos esas cuestiones quedan en la misma categoría de Violaciones Terribles de la Moda.

En el caso de apropiación, la mayoría de los diseñadores que toman prestado no lo hacen con malicia, aunque claramente hay estragos de una mentalidad colonial. La ignorancia no es excusa y tampoco lo es la historia (porque, al fin y al cabo, está llena de precedentes terribles que apenas están siendo reconocidos como tal).

“Estamos en un momento de comprensión y reconocimiento de que lo que hemos hecho en el pasado ya no es lo correcto”, dijo Steven Kolb, director ejecutivo del Council of Fashion Designers of America, quien dijo que Gordon muy probablemente sí tenía las mejores intenciones. “Estamos en un punto en el que todos necesitamos hacerlo mejor”.

El tema es cómo hacer que los diseñadores de moda se den cuenta de esa realidad a diferencia de que solo asuman posturas defensivas.

Después de todo, la conclusión obvia de esta tendencia en particular es que los diseñadores y las marcas en las cuales trabajan se preocupen tanto de causar ofensa alguna que dejen de voltear hacia el resto del mundo y su estética quede reducida aún más. Sus propias experiencias serían su única base de inspiración. Eso no les sirve ni a ellos ni a nosotros; no lleva a nuevas maneras de ser en un mundo en constante evolución, sino a la inmovilidad.

La moda, más que muchas otras industrias, fue fundada con el principio de alimentarse mutuamente con la cultura. Como muchos casos de esa inspiración mutua ha tenido algunos resultados impresionantes y que esclarecen otros ámbitos. Es incuestionable que llegó a hacerlo de modo que no le dio cabida apropiada a algunos de los involucrados en ese acto de inspiración. Tampoco hay dudas de que necesita repensar sus prácticas y sistemas para que todos los que terminan siendo parte del proceso lo sean activamente (es importante incorporar esto desde las escuelas de moda).

“La oportunidad yace en la posibilidad de trabajar con las personas de estas comunidades”, dijo Kolb, y no nada más en tomar prestado de ellos.

Si esto empieza a suceder en una atmósfera de igualdad financiera y estética en vez de una de recriminaciones, todos se verán beneficiados. La cuestión es si, ya que alguna autoridad o agencia de gobierno aumenta la presión que ha ejercido la multitud, no es demasiado tarde para eso.

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