En el Paraguay el periodista es un mártir, para ejercer su vocación debe absorber exclusiones e ignorancias, porque al ser un obrero de la palabra y las letras, un arquitecto de las sintaxis y un artista del léxico, sin embargo, aparecen mandones por encima de él que dictan y marcan el sendero, generalmente, para el maquillaje y la mediocridad.
Aquel que no se alinea sufre las consecuencias. El periodista con bagaje entra en conflicto al sentirse apartado e ignorado por el sistema o el stablishment. Especialmente aquellos autónomos, donde los propios jefes mutilan su área y protagonismo. Aquí cabe aquel axioma de Albert Camus que clarifica: “Una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad, la prensa nunca será otra cosa que mala”.
Los periodistas cultos, preparados, soberanos, con carácter, son “peligrosos”, no son “manejables”, de ellos hay que temer, por lo tanto, se los aísla y no se le permite la trascendencia o el vuelo estelar. En consecuencia, fabrican “paquetes” para reemplazarlos y estos son aquellos que se prestan para triturar y hacer añicos la profesión y el sentido pragmático del periodismo.
Así de terrible… y aparecen los seudoprofesionales que no pasan por la ética, la moral, la competencia y la preparación cultural. Pasa por la ubicación y ese esquema fútil de acomodarse para ejecutar mandatos y orientaciones de gerentes y propietarios.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Por eso, el compromiso y la convicción por una causa son trascendentes para concretar un periodismo valioso y de vanguardia. Abrir la mente de un pueblo, es mostrar el oasis, el paraíso, el olimpo, en consecuencia, consolida a una sociedad y a una patria soberana.
Ejemplos sobran en el mundo. Tenemos el caso palpable del sitio web “WikiLeaks”. Su fundador, un idealista australiano llamado Julián Assange, que en su devenir diario actuó como programador, periodista, editor, portavoz y ciberactivista.
Este se sintió comprometido con el mundo y la especie humana al descubrir los entretelones de poderes fácticos y sociedades secretas políticos-militares-financieras que dominan el planeta y a los países carenciados, sometiéndolos al escarnio y a la expoliación ilimitada, en consecuencia, empezó a develar las tramoyas.
Sobre él pesa la persecución, el ostracismo, el abandono, la traición y una solapada pena de muerte. Todos los agravios posibles por ser atrevido y aventurero al servicio del bien. Y lo menos que le dicen: “traidor”, “hacker”, “pirata”, “enemigo”, “insurgente” y “guerrillero”; lo escurre de un soplo porque desde su vital posición se considera el “abogado del mundo”.
Otro ejemplo de revelaciones y denuncias muy cercanas, tenemos con los “Panamá Papers”. Una filtración informativa de documentos confidenciales de la firma panameña de abogados Mossack Fonseca & Co, a través de una entrega de 2,6 terabytes de información por parte de una fuente no identificada al periódico alemán “Süddeutsche Zeitung”.
Este, posteriormente compartió con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, destapando el ocultamiento de propiedades (empresas, activos, ganancias y evasión tributaria) de jefes de Estado y de gobierno, líderes de la política mundial, personas políticamente expuestas y personalidades de las finanzas, negocios, deportes y arte. Uno de los tantos paraísos fiscales para ocultar la identidad de los propietarios.
Un buen compendio sobre el mundo de los medios, la prensa, el periodista y el periodismo en general, es la película “The Post”, dirigida por Steven Allan Spielberg donde la trama se desarrolla sobre el trabajo de los periodistas de “The Washington Post” y “The New York Times”.
Estos medios informativos publicaron los “Papeles del Pentágono” sobre la información ocultada de la Guerra de Vietnam por parte del gobierno de Estados Unidos. Se estableció entonces una batalla sin precedentes entre periodistas y el gobierno americano por la publicación y trascendencia de esos “Papeles” secretos.
La prensa seria, testimonia, desnuda, enseña y guía. Por eso es indispensable distinguir en su esencia misma, porque hay una ostensible diferencia entre un escriba obediente y un periodista independiente. Esto determina la pureza del ejercicio de la profesión, del criterio profesional y de la salud de la información.
Horacio Cartes repitió todos estos ejemplos nacionales e internacionales en su gobierno. Desde la Triple Alianza, el periodismo paraguayo es blanco de los males de los gobiernos de turno. HC, acostumbrado a copiar, aplicó el mismo libreto, calcando con precisión. Faltó poco para que lleve adelante “La voz del coloradismo”, que con su cantinela de siempre decía: “Contra la prédica subversiva que busca desintegrar la unidad de la familia paraguaya”.
El “nuevo rumbo” atropelló con vandalismo, siendo esta su actitud de todos los días. El propio entorno presidencial agredió a los comunicadores y fotógrafos, mientras, él se mofaba sin intervenir, impertérrito. Observaba complacido. En medio de su regocijo interno, habilitó y alentó a la ferocidad de sus legiones.
Justamente, en este derrotero, los grandes pensadores dejaron un tendal de vivencias y sus más encomiables reflexiones sobre el papel que corresponde a la prensa en una sociedad dinámica e interactiva, especialmente durante los dos últimos siglos.
Por ejemplo: Víctor Hugo (1802-1885), poeta francés, remarcó: “La prensa es el dedo indicador de la ruta del progreso”. Entre tanto, Arthur Miller (1915-2005), dramaturgo estadounidense certificó: “Un buen periódico es una nación hablándose a sí misma”. Mientras, Hans Dietrich Genscher (1927-2016), actor y escritor alemán, sentenció: “La prensa es la artillería de la libertad”.
Demasiada cultura para un gobierno feudal. Por eso, la torpeza y vulgaridad de Horacio Cartes y sus gerentes, emergen a cada instante en todos los rincones de la patria, entrando en un conflicto demoledor con el periodismo nacional razonado.