El pasado 20 de agosto, el papa Francisco, con mucha humildad y firmeza, manifestó claramente su indignación y rechazo en relación a los abusos cometidos por sacerdotes y obispos, a muchos de los cuales había expulsado del cuerpo eclesiástico.
En estos días, la Conferencia Episcopal Paraguaya se pronunció sobre el tema. En una parte, el comunicado expresa: “Como obispos de la Iglesia Católica en el Paraguay compartimos con toda la ciudadanía la indignación y el dolor por cada caso de abuso y por cada persona lastimada y vulnerada en su dignidad. Además, nos llena de vergüenza cuando estos crímenes y pecados son realizados por católicos y dentro de las instituciones de la Iglesia, en particular por aquellos que ejercen el ministerio ordenado (sacerdotes) o trabajan en instituciones de la Iglesia. Nos duele y conmueve cada caso, y no queremos que estos hechos sigan ocurriendo en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad; ni uno solo”.
Otro párrafo dice que “la CEP está firmemente comprometida con la protección de los menores y de las personas vulnerables” y recuerda la vigencia de normas y sanciones a los abusadores, incluyendo su expulsión del estado eclesiástico y el respaldo a su juzgamiento por la justicia ordinaria con todo el peso de la ley, como, cita expresamente, ocurre con el sacerdote redentorista Félix Miranda, condenado por abuso de un menor en Encarnación.
Francamente, es plausible escuchar tanto al papa como a nuestros prelados diocesanos condenar con tanta claridad y firmeza toda clase de abusos cometidos por obispos, sacerdotes o cualquier agente pastoral. Resulta absolutamente inaceptable que un religioso consagrado al servicio de Dios abuse de adolescentes, niños o cualquier persona vulnerable. Si a los ciudadanos laicos corresponde una pena de 10 años de prisión por una violación, a los sacerdotes y pastores evangélicos debería corresponder el doble, unos 20 años, por el agravante de que utilizan su investidura religiosa para cometer sus crímenes.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
Durante demasiados siglos, una deplorable ley del silencio protegía las acciones delictivas de los líderes religiosos en todo el mundo. Historiadores serios han revelado las diferentes formas en las que los pastores de diversas religiones abusaban impunemente de las ovejas más vulnerables de sus respectivos rebaños.
Así como proclamamos el basta ya a los líderes políticos corruptos y a los violadores de la Constitución Nacional, en la misma medida y con idéntica fuerza debemos denunciar y exigir justicia a los despreciables seres que utilizan su hábito religioso para abusar de menores y de gente indefensa. No más silencio cómplice, no más temor porque los autores “son hombres de Dios”, no más sentir vergüenza solo en el rincón de nuestras conciencias.
#CreyenteNoTeCalles debería ser la consigna de todas las personas que profesan alguna fe y que toman conocimiento de cualquier tipo de abusos cometidos por sus pastores religiosos. Estos delincuentes disfrazados de guías espirituales no merecen piedad ni siquiera el sentir vergüenza por ellos, sino que deben ser acusados ante la justicia y pagar la pena que corresponda.
Pueden arrepentirse y pedir perdón, y hasta oraremos por su redención, pero ya cuando estén en la cárcel pagando el crimen cometido. Recién entonces, la misericordia del Señor les podría dar una segunda oportunidad.
ilde@abc.com.py