La APF y sus tropelías (IV)

La esencia de la democracia es el debate, la crítica, la disidencia o la discrepancia, sustentada en la apertura mental y el respeto mutuo. Sin embargo, esta doctrina liberadora de cualquier tipo de censura o condena, no ha llegado a la APF.

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La reprobación o sana crítica no es aceptada y si alguien lo hace, tiene castigo, es hostigado, escarmentado y excluido. Quien ose en oponerse a deshonestidades o denuncie deslices patrimoniales y financieros dentro de la APF, en forma automática, genera revanchismo y persecución a esos “dirigentes divergentes”, siendo acorralados, marginados y convertidos en fantasmas. Es el perverso régimen policiaco.

Con un tendal de heridos, contusos y lesionados, desde el gobierno del escribano Óscar Harrison a la fecha, la APF se transformó en una dictadura y cazadora de “contreras” y “opositores”. En la “liga”, la discordancia no es admitida; y más todavía si esta es reveladora de “errores” y transacciones oscuras o entre bambalinas que afecten a todo el pueblo deportivo y al patrimonio del fútbol nacional.

En esta galería de cosas, veamos algunas “reliquias” del gobierno continuista llamado “equipo país” y que fue encabezado en su momento por el condenado Juan Ángel Napout y un grupo lacerante de bribones y abigeos que se enseñorearon en el fútbol para reinar como auténticos gavilleros.

Dentro de esas marchas y contramarchas y, como producto de un largo litigio judicial por cobros debidos e indebidos bajo el precepto de “derechos de formación”, la APF castigaba a un “alborotador”, resolviendo el día 10-12-2010: “sancionar y suspender por el término de 5 años a Carlos Gustavo Pérez Garay, presidente del club Cerro Corá, bajo la severa advertencia de tachar o desafiliar a la institución del registro de la matriz”.

Se aclara que, en virtud a esta resolución, Pérez Garay fue finalmente defenestrado de la jefatura de la entidad, pasando el club a estar bajo el mando de una nueva directiva oficialista de la “liga” que manejó a su antojo los destinos de la entidad. Se explica entonces, después de la lucha encarnizada, que el club Cerro Corá ni siquiera compita actualmente en la Divisional C, la última categoría de la APF.

El fútbol está totalmente corrompido, prácticamente acéfalo, porque de su seno se emanan verdaderos atentados futbolísticos que riñe con la ética y la moral. Será justo y altruista para cualquier gobernante que haga retornar a los clubes sus bienes despojados. Todas las raterías fueron cometidas por las manos negras de la justicia, que día a día atropella las instituciones y roba descaradamente la decencia de la gente deportista.

Al club le inventaron una crisis, le buscaron la vuelta y la rosca mafiosa apretó en esa dirección. Hoy, el hampa corporativa del fútbol está cantando victoria (por ahora), ya que logró varios de sus propósitos, hacer caer a Cerro Corá a un descenso sucesivo y estrepitoso de categoría, la retención de sus emolumentos (una cuasi confiscación), el remate de sus instalaciones y el desalojo de su escuela formativa de bisoños futbolistas.

Si la FIFA y la CONMEBOL pasaron por el destape cataclísmico para promover depuraciones y un “nuevo orden”, la misma no llegó a la APF. Gracias a estas acciones decididas se pudo constatar los desfalcos inconmensurables perpetrados. Sin embargo, este modelo piratero de años anteriores continúa impune en la APF, debiéndose purgar toda esta estructura que fue montada para cometer las más flagrantes tropelías.

Pareciera que el “juego limpio” o el “fútbol cristalino” no interesan a Alejandro Domínguez ni a Gianni Infantino, solo es levantada esta bandera para la publicidad y la propaganda o como un “símbolo” de cambio, para luego “no cambiar nada”. La limpieza es fundamental para el Paraguay, ya que aquí está la base y el cimiento del fútbol sudamericano, el más importante aliado del fútbol mundial.

El proceso del club Cerro Corá ya resulta un ícono para el submundo deportivo y para el atraco libidinoso. Es una muestra palpable de cómo opera la mafia corporativa desde los centros del poder. Se fraguaron tantas cosas, solo para manotear y confiscar. Y como diría James Bond: “hasta con licencia para matar”. Y como si todo fuera poco, entre los “audios parlamentarios” salió a relucir el “Caso Cerro Corá”. ¡Vaya rapiña del poder!

Lejos quedaron aquellos tiempos cuando el club era un protagonista de alto vuelo en el fútbol paraguayo, pintándole la cara a los más encumbrados. Nadie olvida a ese grupo de jugadores que trascendieron como Eumelio “Patoruzú” Palacios, César “El Tigre” Ramírez, Javier “El Metalero” González y Julio César “El Tronco” Manzur.

La lista continúa con Édgar Aguilera, Sergio “Patu” Fernández, Rolando Benítez, Carlos “Apache” Pérez, Tomasito González, Carlos Alberto González y muchos otros que tenían a mal traer a las defensas más pintadas de cada torneo. No olvidemos que el gran Julio César Romero (Romerito) colgó los botines en este club.

Así las cosas, se bosquejaron deudas, se fraguaron operaciones y se inventaron cuentas, todos de dudoso origen y justificación. Simplemente, para llevar al club a una crisis profunda y ser despellejado de todos sus bienes, una propiedad que está valuada entre 8 y 10 millones de dólares, un predio de 2 hectáreas que se convirtió en el botín más codiciado de la piratería jurídico-deportiva.

¿Qué hace Robert Harrison al respecto? ¿Le interesa sanear el fútbol paraguayo o prefiere ejercer una presidencia light, indiferente y excluyente? ¿Por qué no muestra una señal sobre estos tópicos para obturar las heridas y solucionarlos de una buena vez, a los efectos de convertir al fútbol paraguayo en una organización sólida, consolidada y desarrollista?

¿Acaso su gobierno será igual al de su padre, de Juan Ángel Napout, de Ramón González Daher y de Alejandro Domínguez? ¿Por qué no interviene el malandraje y no gesta voluntades supremas para restituir a las instituciones sus bienes saqueados? ¿Es el modelo continuista el que va a padecer -de nuevo- la patria deportiva?

(Continuará)

 

alcandia@abc.com.py

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