La APF y sus tropelías (VI)

Es hora de que la APF sea destapada por algún gobierno patriota o alguna autoridad valiente y altruista, ya que en su seno hay grandes columpios donde se mecen los “muchachis” embriagados por el verde néctar. La corrupción está enraizada hasta los huesos.

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Los sponsors, los derechos de imagen y las cuotas por los torneos internacionales son una chorrera donde se zambullen sin saber nadar, incluso sin salvavidas. A tal punto llega el arrojo que delata a simple vista la glotonería por capturar esas recaudaciones benditas que caen del cielo como un mana.

El escribano Oscar Harrison jamás rindió cuentas de sus 13 años de gobierno, el más largo de la historia del fútbol paraguayo. Todo quedó blindado por el manto del secretismo. Su legatario-delfín-sucesor Juan Ángel Napout no ejecutó la ineludible auditoría por traspaso de mando o la revisión obligada de todo cuanto se tejiera en una administración que zarandeó millonadas sin conocerse el destino de los mismos.

Napout heredó el cargo y mantuvo encubierto, todo en silencio, no accionó absolutamente nada, solo ocupó el sillón para hacer lo mismo que Harrison. Desde el trono, el manto protector entró a tallar. Resguardó a su exjefe por si algún fleco se evidenciara a la luz del sol. Fue un buen vigía que amparó con creces la espalda de su antecesor.

En consecuencia, sin tocar vestigios del pasado, apañó, cobijó y dejó pasar para que todo sea devorado por el tiempo, barnizado por el olvido. Se dedicó a consagrar el refrán: “muerto el rey, viva el rey” y en ese ámbito chapoteó armando su propio paraíso. El modelo ya estaba instalado, bastaba continuar con el mismo.

Pero al irse Napout súbitamente a la CONMEBOL, un objetivo largamente acariciado por él, el libreto fue aplicado a raja tabla. La cadena de la mafia entraba en funcionamiento. Los sucesores Ramón González Daher y Alejandro Domínguez tampoco deberían hacer sus deberes, sino, taponar. Aplicaron el mismo adagio: “muerto el rey, viva el rey” y cada uno en su oasis pergeñando alguna granizada mágica.

Entonces, el mutismo se prolongó y el sigilo continuó cada vez más hermético. Nada de auditoría, nada de revisionismo, nada de hurgamiento, nada de cuentas claras. Todo camuflado, reserva absoluta. Así operó y sigue actuando el modelo capomafioso. El que llega al cargo, cubre las espaldas del que se va. Los 5 presidentes actuaron de la misma forma y no se han apeado hasta hoy día.

El recién llegado, Robert Harrison tampoco abrió las puertas y las ventanas a la transparencia, la clandestinidad sigue campantemente. En realidad está cumpliendo su faena, aplica la misma receta del ocultismo que abriga dos décadas y media de gobiernos sucesivos. Todos alineados a la misma filosofía de protección. Una grosera connivencia-compadrazgo-confabulación.

Por si las moscas, con Robert a la cabeza, están guarnecidos con escudo y parapetos todos los gobiernos anteriores, entre ellos, el de su padre Oscar Harrison, Juan Ángel Napout, Oscar González Daher, Alejandro Domínguez y el suyo propio. El vínculo, el encadenamiento, la ligadura, el continuismo, están garantizados. La impunidad también. Y es por eso que los clubes están pobres y los dirigentes millonarios.

En Norteamérica, Napout tiene mucho que contar sobre el “eslabón paraguayo”, aquellos grandes mayordomos que manejaron la inmensa fortuna llamada selección paraguaya, y que a la vista de todo, solo se observa una aldeana penuria, llenas de aprietos y ahogos. A cambio una grosera opulencia de los “directivos” anclados en las oficinas de la pandilla.

Nicolás Leoz es el que más sabe sobre los entuertos nacionales e internacionales, es un archivo andante, fue actor principal de la maraña financiera. A su vez, fue mentor y guía del escribano Oscar Harrison, con el argentino Julio Grondona como faro luminoso para el mando y la gestión. La bonanza financiera alcanzada por la presidencia de Harrison, fue gracias a Leoz.

La extradición de NL resulta fundamental y estratégica para que nos cuente la cantidad de componentes en el engranaje. Soltar prendas, de eso se trata, y así terminar con el anonimato del secretismo impuesto hasta hoy en la “liga paraguaya”. Leoz si quiere disminuir su pena o conmutarla, deberá colaborar y detallar todas las tramoyas con sus aliados paraguayos.

Si tuviera hidalguía y valores en función de la gente y la patria, el gobierno central de la república, está facultados para intervenir el fútbol paraguayo a través de la SND, en este caso Marito (cuando asuma) o una comisión bicameral. Sin embargo, no se viene haciendo y poco interesa, porque el propio presidente saliente Horacio Cartes forma parte del “equipo de cuates” que tutela al antifútbol y sus trapisondas.

A tal punto llegan sus tentáculos que sigue manejando el club Libertad desde mburuvicha róga. La desfachatez del primer mandatario no tiene parangón. Es la obligación de un gobierno sano, ético y principista, intervenir cuando todo está mal. Pero el problema es él porque está torcido y perturbado de tomo a lomo.

Sin embargo, desnudando su ambivalencia, decide deliberadamente omitir la extradición de Nicolás Leoz a los EE.UU., un convicto solicitado por la justicia norteamericana. La protección brindada, las chicanerías interpuestas, el tiempo transcurrido, son algunas de las modalidades utilizadas para no entregar al reo.

La APF es una cámara secreta que si se abriera expulsaría llamas, como el Volcán de Fuego de Guatemala o el Kilauea de Hawái. Demasiadas operaciones ocultas una tras otras durante 24 años. Todos sumergidos en un bacanal. Sumemos todos los derechos de televisación, las regalías de la copa América, las Eliminatorias y los Mundiales; los sponsor, la publicidad, las recaudaciones de partidos, las donaciones y los ingresos varios. ¡Son millones!... ¿Dónde están?... Con todo el torrente, ¡Ya hubiésemos tenido un estadio modelo! (Continuará)

alcandia@abc.com.py

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