La APF y sus tropelías (VII)

La apropiación de los clubes de fútbol en el Paraguay se volvió una constante. Las entidades futbolísticas dejaron de ser una nucleación de deportistas. Ya no son una sociedad comunitaria y representativa que aglutina a entusiastas del balón.

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Particulares y extraños al deporte se fueron apropiando paulatinamente de la vida e historia de las instituciones, pasando a ser el blanco preferido de sibilinos paracaidistas que aterrizan y capturan su dirección, administración y gobierno. Explotan todo el patrimonio hasta volverlo raquítico y descartable. Los “clujára”, como fruto de la aviesa piratería, es el formato vigente en la organización del fútbol paraguayo.

Este es el modelo instaurado en esta república. Los que llegan pobres y escasos, se retiran ricos después de ordeñar la “vaca lechera”, un espectro llamado fútbol. Lo hicieron otros en su tiempo como Abraham Zapag Bazas en Cerro Porteño, Osvaldo Domínguez Dibb en Olimpia, Nicolás Leoz Almirón en la Conmebol, Oscar Harrison Jacquet en la “Liga”. Se puede citar perfectamente lo que tenían antes de su llegada al fútbol y como se retiraron de esta disciplina. Un cambio patrimonial abismal.

Son contados por los dedos los que se retiraron con su mismo patrimonio o eventualmente con sus arcas bastante resentidas, como Juan Antonio Sosa Gautier de Guarani, Tomás Beggan Correa de Resistencia, Oscar Luis Gianni de Sol de América, Gerónimo Angulo Gastón de Cerro Porteño, Juan Darío Cáceres Abbate de Sportivo Luqueño, Antolín Ferreira de Nacional, Carlos Pérez Garay de Cerro Cora, Emilio Daher de Guarani y varios otros más.

Por eso, la masa societaria, una genuina contralora, pasó a ser un odioso obstáculo para estos jerarcas intrusos, siendo tildada de “enemiga” y en consecuencia, condenada a la exclusión y a su desaparición definitiva. Ningún presidente quiere captar nuevos socios para el club. Lo rechaza de plano para que no haya cuestionamiento a las alucinaciones del “supremo”.

Los “tiranos” optaron por la argucia. Todo el padrón es “fabricado”, la lista se confecciona para el servicio del advenedizo. La misma integran funcionales, prestanombres y empleados al solo efecto de avalar y legalizar la perpetuidad del “caudillo” de turno, garantizando impunidad en su mundo circundante.

Así, por antojo o voluntad del “amo” se deja sin efecto las cuotas sociales, fuente de peligro a sus posesiones. Los seudospropietarios fraguan balances y en esas elaboraciones aparecen deudas siderales a él mismo con una abierta manipulación como para quedarse definitivamente con el club a cambio de la deuda.

El patrimonio de la entidad es la garantía del pasivo articulado o producido, generalmente hay otros pasivos que aparecen como resultado de equivocadas decisiones de su propio gobierno. Sin embargo, el club debe responder por esos errores y por las descabelladas acciones. Las ganancias se llevan a sus faltriqueras, mientras las pérdidas y los pasivos se cargan al club.

Hasta las “barras bravas” son patrocinadas y financiadas para su provecho, deben apoyar al “jeque” para acceder a los “favores especiales” como entradas, bebidas, picadas, enseres, efectivo y otras adicciones. Así la gratuidad a los siervos está garantizada. Los clubes se trasmutaron en “hacienda particular”, cuyo patrón ordena con el índice la ejecución de sus caprichos.

La comisión directiva es un ornamento, una figura decorativa para llenar requisitos y guardar las apariencias. Quienes la integran se convierten en lacayos, capataces y encubridores, avalando con sus nombres y firmas todas las tretas desplegadas por el inquilino.

Muchos son los clubes que están copados por los “colonos”. Tenemos el caso del club Nacional que se ha convertido en la trinchera de los Harrison (padre e hijo) y cuando no logró tener dirigentes obsecuentes, hasta asintió que vaya al descenso en la época de los rebeldes Braulio González y Richard Finegan. Recién cuando pudo dominar al club a su total arbitrio, en esta institución volvió a reinar “la paz”, comandando el “harrisonismo” hasta la fecha con los siervos de turno.

También está el club Sportivo Luqueño que perdió sustancialmente con el alejamiento de Darío Cáceres, un dirigente romántico e idealista. El arribo de Ramón González Daher, transformó al “kure luque” en el búnker de esta familia, una especie de “esponja” que absorbe todo lo que encuentra a su paso.

Este personaje que se dedica a la usura y a los negocios turbios, digita dirigentes serviles. Baja y levanta el pulgar para los presidentes y dirigentes en potencia del club. Todos deben tener su anuencia o no podrán acceder a la directiva. El tráfico de influencia se ha desarrollado en forma industrial por esta “casta política”.

Precisamente, este canje llegó a su fin desde el mismo momento en que Ramón González Daher fuera expulsado como dirigente de la “liga” y ratificado por el Comité de Ética de la FIFA que lo sancionó por “falta de idoneidad”, no pudiendo ejercer ningún cargo dentro del fútbol. A pesar de ello, sus tentáculos están activos en el “Sportivo”, club que debe sacudirse de sus injerencias o tutelajes.

El manejo poco ético e inmoral de algunos actores ha venido perjudicando al deporte de nuestro país. En esa caída libre debemos incluir al Municipio de Asunción y enfatizar que dicho estamento se volvió un enemigo tenaz de la comunidad. No rige ni colabora, todo lo contrario, restringe y va contra los valores ciudadanos y barriales.

No promueve la integración pasional o la identidad a través del deporte. Extirpa el “sentido de pertenencia” de los vecinos hacia sus instituciones. El factótum de la unión y concentración de los barrios, son los clubes. Este factor está aniquilado. Los intendentes solo piensan en esas obras majestuosas, galácticas, gélidas, desabridas que exclusivamente sirven para paliar el ego, satisfacer los delirios y embelesar el lucimiento personal.

Ese narcisismo vacuo que excluye el interés público y general, lo llevó a desaparecer a muchos clubes de fútbol por negarse caprichosamente a conceder los títulos de propiedad, entre ellos, los clubes Universo, Sport América y 12 de Octubre de Villa Aurelia. La ciudad debería estar invadida por clubes sociales y deportivos. Es la catarsis del niño, de los jóvenes, de los adultos; del pueblo todo.

Otras entidades, por las mismas razones, están a punto de su extinción, no pudiendo competir en los torneos respectivos. La Municipalidad le sigue negando la titulación de sus propiedades, a pesar de ocuparlas por varias décadas, casi un siglo. Algunos de ellos son: club 24 de Setiembre, General Genes y Sportivo Villa Aurelia (Sport Ju’i). Evitemos la muerte de estas instituciones.

El país cambia, las ciudades trasfiguran, la sociedad civil se transforma, todo va modificándose, menos el fútbol. Esta disciplina sigue igual, varado en el tiempo y degradado moralmente, sin evolución. El fútbol paraguayo vive el ocaso porque su dirigencia es una de las peores del mundo, una logia de facinerosos que menosprecian lo colectivo y lo público, siendo la comunidad un estorbo para sus fines. (Continuará)

alcandia@abc.com.py

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