López Obrador, otro producto del hartazgo

El triunfo en las elecciones presidenciales de México de Andrés Manuel López Obrador al frente de un partido sin tradición, historia ni prohombres, es un acontecimiento que arroja señales a la clase política actual del continente.

https://arc-anglerfish-arc2-prod-abccolor.s3.amazonaws.com/public/GE77754KE5AFZKYN4UKC7FXNTE.jpg

Cargando...

El triunfo en las elecciones presidenciales de México de Andrés Manuel López Obrador al frente de un partido sin tradición, historia ni prohombres, como era la preferencia, durante el siglo pasado, del ciudadano latinoamericano para contar con identidad partidaria, es un acontecimiento que arroja señales a la clase política actual del continente sobre la preferencia actual de la ciudadanía con respecto a las ofertas electorales de estos tiempos.

El Movimiento Renovación Nacional (Morena) fue creado en México en el año 2011 como una asociación civil, aunque no se ocultaba que el objetivo era en realidad potenciar la candidatura de López Obrador, quien entonces venía de una derrota electoral como candidato presidencial, lo que se concretó nuevamente en el 2012.

El movimiento se convirtió en partido y finalmente en una coalición electoral aglutinadora de grupos de diferentes ideologías, que en el pasado se venían enfrentando hasta por cuestiones baladíes.

El resultado de aquel trabajo cívico, político y electoral fue el triunfo en los recientes comicios de México con 53% de los votos de un proyecto gubernamental con un presidente de ideología socialista al frente. México tiene casi los mismos perfiles políticos de Paraguay, ya que allá regía también durante varias décadas un partido hegemónico –el Partido Revolucionario Institucional (PRI)- que, al igual que el partido Colorado de nuestro país, secuestró la voluntad popular de los mexicanos durante 71 años imponiéndoles gobernantes y legisladores mediocres, obsecuentes y casi todos corruptos, a pesar de la buena formación intelectual de muchos de ellos, lo cual lo llevó finalmente a la llanura, aunque luego haya logrado recuperar el poder, tal como sucedió también aquí con la ANR. Las minorías –igual que aquí- nunca pudieron ponerse de acuerdo para llevar adelante un gobierno de coalición.

Los analistas internacionales coinciden en que el triunfo de López Obrador es producto del cansancio electoral de los mexicanos; se hartaron de votar a una maquinaria incapaz de resolver sus problemas y se cansaron al mismo tiempo de ser testigos pasivos del enriquecimiento ilícito e inmoral de la clase política, mientras más del 40% de la población viene sobreviviendo en medio de la pobreza y últimamente también de la violencia que la elite corrupta instaló en ese país, permitiendo y consintiendo el narcotráfico.

Los veteranos y mañosos caudillos de estos partidos centenarios se envalentonaron con la vuelta al poder de sus partidos, tanto en México como en Paraguay, pero al mismo tiempo intentaron engañar al electorado recurriendo a candidaturas outsiders o a caras renovadas que aceptan jugar con las antiguas reglas del sistema. Pero la ciudadanía paraguaya no sabe aún aprovechar las oportunidades de intentar el cambio y ha desperdiciado otro momento con las elecciones generales de abril último por falta de ambición legítima, renunciamiento oportuno y la construcción de un nuevo modelo de participación política capaz de apuntalar un liderazgo aglutinador.

López Obrador, proveniente también del PRI, supo contagiar su hartazgo al pueblo y tuvo la lucidez y habilidad de organizar a los descontentos en torno a un proyecto cívico que pronto se convirtió en una herramienta política. Los electores lo premiaron con la banda presidencial, además de castigar al partido hegemónico con la sanción más dura que se pueda dar a una nucleación política en el poder: enviarlo a un deshonroso tercer lugar.

Nuestro país es uno de los pocos que sostiene en el poder y en la primera oposición a partidos políticos fundados en el siglo antepasado, anteriormente por un alto grado de fanatismo producto de las luchas y enfrenamientos armados y últimamente por el acceso a jugosos contratos y licitaciones de obras y servicios sobrefacturados al Estado, mientras la clientela política se conforma con vulgares zoquetes prebendarios.

Esta misma modalidad se aplica tanto en México como en Paraguay. Pero allá dijeron ¡basta! en las últimas elecciones y a pesar de la guerra sucia con que quisieron sacar del medio al porfiado candidato de la alianza, los mexicanos optaron calladamente otra vez por el cambio. Aquí continuamos con el esquema tradicional del centenario partido Colorado, que ya recibió una seria advertencia, puesto que de un supuesto holgado triunfo vaticinado por las encuestas terminó con una discutida diferencia de apenas tres puntos.

Los líderes políticos tradicionales deberían tomar el resultado de las elecciones en México como un anuncio de lo que llegará inexorablemente a ocurrir en Paraguay, si tenemos en cuenta la similitud de condiciones entre ambos países: el mismo nivel de pobreza, una asfixiante corrupción en la administración pública, partidos políticos hegemónicos con líderes corruptos y desfasados, bajo nivel cívico de la población y una sociedad débil para generar líderes alternativos que puedan ejercer verdadera representación.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...