LTGBI versus discriminadores

Tanto los activistas de LTGBI como los que discriminan a los transexuales cometen el mismo error: la falta de respeto a quienes piensan diferente.

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Periódicamente, aunque cada vez ccon mayor frecuencia, cobran estado público fuertes polémicas entre los que critican con dureza a los activistas de los grupos transexuales así como también resuenan las calificaciones de discriminadores, trogloditas y retrógrados hacia quienes asumen posiciones tradicionales en el tema.

Los fanáticos que acusan de anormales y desviados a los transexuales suelen argumentar que en nuestra sociedad se han perdido los valores e idealizan un tipo de familia ejemplar de un pasado que jamás existió. Esta visión pretende desconocer que siempre han existido los transexuales en todas las épocas de la civilización humana.

Asimismo, la familia perfecta con papá y mamá responsables e hijos bien educados y protegidos ha sido una utopía en la vida real de muchísimos hogares, pues siempre abundaron los esposos golpeadores, la violencia intrafamiliar, los hijos que crecieron sin padres, los niños y niñas abusados sexualmente, los homosexuales, etc. Solo que antes se procurtaba mantener en secreto y ahora todo estalla en los medios de comunicación y en las redes sociales.

Como una reacción exagerada ante ciertos casos de discriminación, los activistas de los grupos LTGBI generalizan la crítica hacia toda la sociedad, tratan de retrsados mentales a quienes no los aceptan y realizan campañas, a veces apoyados por organismos internacionales, para que la libertad de opción de género sea una doctrina obligatoria, incluso en los centros educativos primarios.

De hecho, ya se ha instalado en la sociedad la corriente de pensamiento de que para ser progresista y moderno hay que unirse a la novedad de la “educación en género” porque, argumentan, hay otros varios géneros además del masculino y el femenino.

En esta sociedad contemporánea, tan abierta a las más diversas corrientes de pensamiento, quizás lo que falta es, simplemente, un mutuo respeto entre quienes piensan diferente. Si la opción sexual es una cuestión personal y privada de cada ciudadano, ¿por qué armar tanto barullo y llegar a tantas ofensas mutuas? ¿Por qué la obseción de querer que los otros tengan la misma preferencia sexual que la mía?

La mejor política podría ser que, en público, todos nos respetemos los unos a los otros como gente civilizada y no meternos en absoluto en lo que cada uno hace en la intimidad de su dormitorio. Este razonamiento es muy simple y básico, pero a veces no vemos justo aquello que está frente a nuestros ojos.

ilde@abc.com.py

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