Más historia oficial

La historia escriben los vencedores, afirma un antiguo refrán. Efectivamente, en los tiempos remotos, quienes ganaban las guerras establecían como verdad de lo ocurrido lo que a ellos les parecía bien; los perdedores no tenían voz alguna para hacerse oír.

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En la actualidad, se da un fenómeno parecido cuando los gobiernos de carácter autoritario imponen una “verdad oficial” sobre los acontecimientos de interés público. Durante los largos años de la dictadura stronista, la versión del gobierno fue que vivíamos en un país maravilloso, en medio de la paz y el progreso que nos garantizaba “Tembelo”, como llamaban los opositores al sátrapa presidente.

En las distintas dictaduras militares de los años '60 y '70 en nuestro continente, en cada país siempre había una “historia oficial” sostenida por los regímenes castrenses en la cual, por supuesto, no había presos políticos, torturados, desaparecidos ni asesinados en las cárceles y actos represivos.

Ya llegando a los años contemporáneos, con procesos de consolidación de las democracias, la tentación de seguir escribiendo una historia oficial es muy fuerte en los círculos del poder. Los gobernantes tratan de acomodar los hechos de la realidad a sus intereses políticos, de modo a seguir controlando, en lo posible, lo que la opinión pública debe o no saber.

Un ejemplo actual es la presentación final de las investigaciones y acusaciones de la fiscalía sobre los hechos del 31 de marzo del año pasado, particularmente el ataque al local del PLRA y la muerte del joven Rodrigo Quintana.

La fiscala del caso creo toda la historia oficial en donde el único responsable fue el policía que disparó y mató al joven liberal, después de haberse escapado del cuartel central de la Comandancia, en donde estaba preso, y haberse apropiado del arma y las municiones para ir a cometer el delito.

Sin embargo, las cámaras de seguridad de los edificios y las grabadoras de los medios televisivos cuentan una historia muy diferente: el policía Gustavo Florentín ya estaba circulando por las calles días antes de los hechos citados, a él se le proveyó el arma y se le ordenó formar parte de los contingentes policiales que custodiaban el Parlamento, luego integró el grupo de uniformados que fue hasta la sede el PLRA, un superior le ordenó invadir la propiedad y tirar a matar. Así lo prueban las filmaciones de camionetas policiales llegando al lugar y la presencia de los jefes que comandaban la operación, según instrucciones que recibían minuto a minuto desde Mburuvicha Róga.

La historia oficial afirma que un policía loco se escapó de su prisión, tomó un arma y, por su cuenta, entró al local opositor y mató al joven militante. Las grabaciones de video muestran que Florentín formaba parte de los policías enviados a custodiar el orden y que, estando frente al edificio azul, sus superiores le ordenaron que atropelle el sitio y abra fuego contra quienes estuvieren dentro.

La justicia, tal vez, algún día defina cuál historia es la verdadera y condene a los responsables de los actos delictivos y del asesinato de Rodrigo Quintana. Pero, conociendo los bueyes con los cuales aramos, lo más probable es que la historia oficial de la fiscala sea la que perdure en el tiempo hasta que la gente se olvide del polémico caso.

ilde@abc.com.py

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