Péndulo político, a la derecha

El péndulo de las ideologías políticas en nuestro continente continúa su eterno movimiento hacia un extremo u otro. Desde la independencia del yugo español, portugués o inglés, las naciones de América probaron diversos modelos de sistemas de gobierno.

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Es comprensible que los primeros gobernantes, en su mayoría, hayan sido militares por el papel preponderante de los jefes castrenses en las revoluciones en pro de la independencia. Después tuvimos largas décadas de inestabilidad política, de guerras civiles y golpes de Estado, entre los militares y los líderes de los partidos políticos en procesos de construcción del poder civil.

Hasta los años 60 y 70 del siglo pasado, los regímenes militares se resistían a abandonar los sillones presidenciales, pero entre los 80 y los 90 casi todas las naciones optaron por gobiernos civiles empujados al triunfo por partidos de orientación liberal y centro derecha.

Con el advenimiento del siglo XXI, el péndulo se movió hacia la izquierda y en diversos países llegaron al poder movimientos y partidos que reivindicaban la revolución popular, el triunfo de la clase trabajadora, el nuevo socialismo, la hora de las clases marginadas, etc.

Aunque en años y en circunstancias diferentes, Daniel Ortega en Nicaragua, Hugo Chávez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, Lula da Silva en Brasil, los Kirchner en Argentina y brevemente Fernando Lugo en Paraguay, parecían confirmar la consolidación arrolladora de la izquierda en el continente latinoamericano.

Dos décadas fueron suficientes para destrozar en pedacitos el sueño de la gran patria bolivariana y el nuevo socialismo del siglo XXI. Lugo ni siquiera pudo terminar un período, pues los partidos tradicionales le tendieron una trampa y lo bajaron del trono.

Chávez empezó un proceso de enriquecimiento personal y empobrecimiento de sus compatriotas hasta el punto que su sucesor, Nicolás Maduro, ya indujo al exilio a millones de venezolanos y el país se muere de hambre.

Daniel Ortega, jaqueado por múltiples denuncias de corrupción y abuso de poder, le puso a su señora como vicepresidenta y ambos se mantienen en el poder reprimiendo con garrote y balas al pueblo que él decía haber liberado.

Los ecuatorianos le perdieron la paciencia a Rafael Correa al descubrir que había montado un gigantesco sistema para explotar el Estado a su favor, llenarse los bolsillos y acallar a la oposición. Cuando la justicia le pidió cuentas, rajó y se escondió en Europa.

Evo Morales aún está en el poder y no piensa entregarlo a nadie, pero las voces de protesta cada día aumentan pues parece que el pueblo se cansó de la “revolución popular” encabezada por el exlíder de los cultivadores de coca.

En Argentina, la expresidenta Cristina Kirchner enfrenta cinco juicios por diversos y graves delitos, como el haber sido jefa de una organización mafiosa que robó durante años cuantiosos fondos estatales. No está en la cárcel, por ahora, porque la protege su fuero de senadora. Fue derrotada en comicios por un empresario de centro derecha.

La más reciente catástrofe para la izquierda fue el voto castigo de la ciudadanía para el candidato presidencial elegido, desde la cárcel, por Lula da Silva. Le ganó por amplio margen un exmilitar de la ultraderecha, de mentalidad autoritaria, contrario a las reivindicaciones de los grupos minoritarios.

Como en los Estados Unidos también ganó la presidencia un novato en política de la derecha conservadora, resulta evidente que, por ahora, el péndulo de nuestros sistemas políticos está en el lado contrario a la izquierda.

Lo notable de ese aparatito es que no se queda en un lugar; aunque demande décadas, la fuerza de la gravedad le estira con los años hacia el otro extremo. El de nuestro país parece que se descompuso porque ya hace demasiado tiempo que quedó magnetizado por la derecha.

ilde@abc.com.py

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