Petta, el lugar erróneo

El lugar y el momento equivocados. Eso resume la situación en que se encuentra el ministro de Educación y Ciencias, Eduardo Petta. Lo pusieron en un ministerio que no es de su área profesional, justo cuando hay tantas necesidades en dicho campo.

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En general, Petta tiene buena imagen y una trayectoria aceptable en los diversos cargos públicos que desempeñó, sea como fiscal o como director de la Policía Caminera. En las últimas elecciones generales, trabajó por la candidatura de Marito pero no pudo acceder a ningún cargo electivo; entonces, el nuevo Presidente lo incorporó a su gabinete como ministro de Educación y Ciencias.

¿Cuál es el problema? Que la educación es un área muy importante y bastante compleja, donde se necesita un experto en el tema para tratar de salir del pozo en que se encuentra. Hablando con sinceridad, Petta es incompetente para el cargo que ocupa. No tiene título ni de profesor de educación escolar básica, ni licenciatura en pedagogía, ni maestría en educación y, menos aún, un doctorado en el área. Ni siquiera tiene experiencia como director de un colegio. Entonces, ¿de dónde sacaría uñas de guitarrero para liderar el Ministerio de Educación y Ciencias?

Como abogado, podría ser funcionario de dicho ministerio en la asesoría jurídica, en el departamento de fiscalización o la secretaría anticorrupción, pero ser ministro de Educación está fuera de su alcance en cuanto a capacidad profesional.

Salvando inevitables diferencias, sería lo mismo que nombrar a un maestro de escuela como ministro de Salud Pública o a un psicólogo de adolescentes como presidente del Banco Central. En los tiempos actuales ya no funcionan los “todólogos”, los que se jactan de que pueden dirigir y hacer cualquier cosa.

Nuestra educación enfrenta múltiples y serios problemas: alta deserción escolar, bajo rendimiento académico, deficiente capacidad de muchos docentes, malas condiciones de los locales escolares, reiteradas falencias en la merienda y el almuerzo de los estudiantes, fundadas críticas al sistema educativo vigente, etc.

Para tener alguna posibilidad de ir solucionando de a poco tantos problemas, el ministro del área debe ser un educador, alguien que tiene suficiente formación académica y amplia experiencia como docente y como directivo de instituciones educativas.

Es tiempo de que se deje de utilizar el cargo de ministro de Educación como un comodín para dar como premio consuelo a políticos que no pudieron acceder a mejores cargos en la administración pública.

En las campañas proselitistas, los candidatos siempre dicen que pondrán a la educación en primer lugar pero, luego, en la realidad, el sistema educativo queda en manos de algún abogado que quedó sin silla en el reparto de los puestos más codiciados.

Es una lástima, una verdadera pena, pero, por lo que vemos, nuestra educación seguirá internada por varios años más en los pasillos de enfermos de primeros auxilios.

ilde@abc.com.py

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