¿Qué es eso de ser feliz?

Cantar “Felicidades” en un cumple o desear a alguien que tenga un buen día son cuestiones rutinarias en nuestra convivencia diaria. Pero ¿sabemos realmente en qué consiste eso de ser feliz?

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Hace algunos días, la conocida encuestadora norteamericana Gallup difundió su estudio anual en el que mide el grado de felicidad que sienten los pobladores de distintas naciones de este agitado planeta. Oh, sorpresa, la prestigiosa empresa afirma que los paraguayos somos los más felices del mundo; sí, por fin ocupamos el primer lugar en una cuestión positiva que no sea el nivel de pobreza, de contrabando, de piratería, de producción de marihuana, etc.

La encuesta de Gallup midió el grado de satisfacción de los entrevistados con su situación actual, su vida y, sobre todo, si el día anterior a la toma de datos la persona encuestada tuvo más emociones positivas, gratificantes, y no negativas o frustrantes. Nosotros sacamos el primer premio a escala mundial.

Esto nos obliga a plantearnos una pregunta bastante simple: ¿qué es ser feliz? De inmediato, sin pensarlo mucho, la gente asociará la felicidad con poseer un alto nivel de ingresos, una residencia lujosa, autos de alta gama, una estabilidad en el mundo del confort, una familia que no conozca las angustias de cubrir las necesidades básicas en el día a día, etc.

Si la felicidad consistiera en lo señalado, entonces seríamos uno de los pueblos más infelices del planeta porque la mayoría de nuestra población no disfruta ese nivel de vida sino que, por el contrario, tiene que esforzarse mucho para ganarse el pan diario, para acceder a alguna casita propia, para comprarse alguna moto o un auto usado y formar largas colas en los hospitales públicos si alguna enfermedad ataca a un miembro de la familia.

Consecuentemente, tenemos que descartar la riqueza como el factor principal del sentimiento de felicidad en los seres humanos. De hecho, en nuestra realidad contemporánea, conocemos a gente con cuentas bancarias súper abultadas (como HC, OGD, el clan ZI, “Cucho”) quienes no andarán muy felices en estos tiempos.

Tampoco podemos caer en el sofisma de hacer loas a la pobreza y contentarnos con el mito del “mboriahu ryvatã”. Si la riqueza no trae la felicidad, la pobreza, mucho menos.

La respuesta tampoco podría estar en el conformismo, en la resignación, en el “ya da ya”, “así nomás”, “jaikomínte”, etc. Eso no sería la felicidad sino algún grado de retardo mental disimulado. Está complicada la cosa. Si desechamos a los ricos, a los pobres y a los semitontos, ¿quiénes nos quedan? Habría que realizar la búsqueda sin tener en cuenta la posesión de bienes materiales. Eso nos llevaría a preguntarnos cuál es el grado de satisfacción de cada persona con su proyecto y su situación de vida específica. Entonces, tal vez, aparezcan personas felices porque están haciendo lo que les gusta: ser músicos, futbolistas, docentes, peluqueras, profesionales de la salud, agricultores, ganaderos, comerciantes, empleados públicos, etc.

Tal vez la felicidad consista en ser conscientes de cuál es la sociedad en la que vivimos, qué podemos hacer para ganarnos la vida honestamente y cómo construir una familia y un grupo de amigos con quienes disfrutar la vida que nos ha tocado; la vida aquí y ahora, en este Paraguay de 2018, con nuestro calor de siempre, hablando en jopara, tomando tereré y saboreando un rico asado con cerveza. Si a todo esto agregamos la fortuna de haber encontrado el amor en pareja, ¿se puede pedir algo más a esta terrenal existencia?

ilde@abc.com.py

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