Un poco de capacidad y honestidad

Para que nuestro país tome el camino correcto hacia el progreso, el bienestar y la inserción entre las naciones emergentes, solo necesitamos que nuestros gobernantes sean capaces y honestos. No es pedir demasiado, ¿verdad?

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Reportajes televisivos, análisis socioeconómicos y el conocimiento directo de la realidad nos recuerdan, con frecuencia, las riquezas naturales, las bondades climatológicas, la ausencia de catástrofes y, en general, el espíritu hospitalario y trabajador de nuestra gente. Entonces, ¿por qué continuamos en la cola del tren del atraso y la pobreza?

La respuesta no es muy compleja ni esquiva. Somos uno de los países con más altos segmentos de población pobre del continente porque nuestras autoridades adoptan decisiones equivocadas, se roban grandes porciones del presupuesto estatal y, paralelamente, tenemos un sistema de producción económica que concentra la riqueza en un sector reducido y mantiene en la pobreza a la base poblacional mayoritaria.

La experiencia mundial demuestra que forjar una nación rica, floreciente y en pacífica convivencia democrática demanda su tiempo. Es descabellado pensar que Paraguay puede dar el gran salto de la miseria al bienestar en un par de años. Pero sería bueno plantearnos en serio cómo empezar dicha tarea.

El primer paso no es sinónimo de milagro: solo necesitamos que nuestras autoridades se desempeñen con capacidad, dedicación y honestidad en un gobierno transparente y dispuesto a rendir cuenta de sus actos a la ciudadanía.

En palabras más sencillas, cada uno tiene que hacer lo que el sistema legal establece: la policía, velar por el orden público; los jueces, impartir justicia; los ministros del Poder Ejecutivo, trabajar por el bienestar de la población en cada área; los legisladores, analizar y sancionar leyes justas y necesarias, y la población en general, trabajar duro y honestamente para ganarse el pan de cada día.

La abundante tierra fértil, los numerosos ríos y arroyos, la ausencia de catástrofes naturales, la calidad del ganado, la abundante producción de soja y trigo, etc. son los instrumentos adecuados para hacer realidad una comunidad confortable, progresista y envidiable en términos comparativos con otras naciones del Tercer Mundo.

El principal problema de nuestra tierra somos nosotros mismos, los ciudadanos que elegimos a malas autoridades, los que en vez de hacer que el suelo produzca alimentos, cultivamos marihuana, los que falsificamos productos de marcas internacionales, los que realizamos contrabando en pequeña y gran escala, los que sobornamos a policías, fiscales y jueces, los que pensamos que es obligación del Estado mantenernos sin trabajar, etc.

Para empezar a construir la patria soñada, todos deberíamos ponernos de acuerdo en principios muy básicos: que las autoridades actúen con honestidad y transparencia y que los ciudadanos en general trabajemos con empeño y creatividad pero siempre dentro del sistema legal.

Con tantos factores a nuestro favor, si no salimos del pozo es porque, en la práctica, somos unos inútiles que se conforman con el péichante jaha hese.

ilde@abc.com.py

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