/arc-anglerfish-arc2-prod-abccolor.s3.amazonaws.com/public/5WO6HMAX25CUDLYJS6XGNX3XEE.jpg)
Cargando...
La tendencia de criticar a las personas por sus “defectos” físicos surgió hace varios años entre las celebridades. No es raro abrir una revista y encontrarnos con fotografías poco favorecedoras de actrices o modelos junto a comentarios acerca de sus kilos de más.
Actualmente, ser famoso ya no es un requisito para ser blanco de estas burlas, ya que en la era digital todos estamos expuestos a ser víctimas del body shaming. Los constantes posteos de selfies y la posibilidad de hacer comentarios de manera anónima son factores que alientan a los cibernautas a realizar este tipo de críticas.
La moda y las tendencias nos invitan a conseguir un cuerpo perfecto y todo aquel que no cumpla con este estándar de belleza es juzgado por la sociedad. Asimismo, criticar a los demás por su apariencia física, sin que hayan pedido nuestra opinión, se ha vuelto una costumbre en la web.
Las mujeres con sobrepeso y las que poseen pocas curvas son las más frecuentes víctimas de estos juicios negativos. Pareciera ser que uno nunca es lo suficientemente delgado o “fit” para encajar en los parámetros de belleza que gran parte de la sociedad nos impone.
Las burlas de los internautas afectan gravemente a la autoestima de quienes reciben estas humillaciones. También, esta tendencia puede causar problemas emocionales a las personas criticadas y, en casos extremos, depresión y ansiedad.
Si nos divierte burlarnos de alguien, debemos analizar con detenimiento la motivación de esta actitud, ya que con las ofensas proyectamos nuestra falta de autoestima. A veces, es más fácil avergonzar a los demás por su apariencia antes que aceptar tus propias inseguridades y defectos.
Es importante saber que nuestros comentarios pueden lastimar a los demás y, aunque nos disguste el aspecto de una persona, no tenemos el derecho a insultarla. Nadie es perfecto y debemos aprender a respetarnos con todas nuestras particularidades.
Todas las personas tenemos defectos y solo aceptándolos podremos ofrecer nuestra mejor versión al resto del mundo. No seamos verdugos de nadie ni disfracemos los comentarios maliciosos como críticas constructivas. Igualmente, siempre que no tengamos nada bueno que decir, es mejor que permanezcamos callados. Recordemos que somos dueños de nuestro silencio y esclavos de nuestras palabras.
Si vemos casos de body shaming entre nuestros amigos, no debemos volvernos cómplices de los acosos. Herir a los demás con palabras no nos vuelve superiores y mucho menos nos hace ver “cancheros”. Basta con que no sigamos la corriente y respetemos a los demás para que estas conductas sean menos habituales.
Agustina Vallena (18 años)