Comienzan las actividades del año lectivo y algunas escuelas reciben a sus alumnos con empanadas, mientras otras lo hacen sin un techo ni docentes en las aulas.
Cada año se repite el mismo ciclo: se hicieron muchas promesas y luego la prensa anunció que no se han cumplido. No podemos pensar que un nuevo Gobierno en su primer inicio de clases cambiará toda la educación, pero hasta ahora no hay nada de la “reforma” que, infaltablemente, se comenta. Además, lo que se necesita en realidad es transformar el sistema a uno en donde la sociedad ponga de sí y se note el apoyo del MEC.
Con los problemas de terrible infraestructura, falta de almuerzo, merienda escolar y otros, se esconde uno mucho peor: el de las mentes empobrecidas que se multiplican. Los alumnos no entienden lo que leen, memorizan para el día del examen, hacen copiatín, se aburren en clases y sus capacidades no se desarrollan.
Si observamos un poco, la sociedad que tenemos ya es el resultado de la enseñanza que han recibido nuestros padres y abuelos. Hay muchas diferencias en cómo hemos sido formados, pues las posibilidades de acceder a la educación son mayores actualmente, pero aún las mentes son pobres, existe una gran deserción escolar y queda mucho por hacer.
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Las ideas y los enfoques son mucho más distintos en la actualidad, pues, donde antes el respeto y adaptarse a las reglas lo era todo, ahora se centra en la vida, los temas sociales y en revolucionar constantemente todo lo que hay. Esto es lo ideal, aunque, si nos fijamos, acarrea cosas que corregir como el olvido de la importancia del orden, de estudiar y de esforzarse; en consecuencia, muchos adultos critican a la juventud de hoy en día.
El 2020 está a la vuelta de la esquina y no son solo las primeras dos décadas del nuevo milenio, sino que todos los que nacen y se forman en este período son la base de lo que será el desarrollo del siglo 21.
Por esto, es tan importante educar y formar a los chicos de esta generación, combatir la ignorancia y la decadencia moral reinante, pues esta es una época donde cualquiera juega con la integridad y la autoestima de otras personas en las redes sociales y se olvida del destino de todo el planeta Tierra tirando su basura en cualquier lado.
Por Eliseo Báez (16 años)
