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Diciembre es el mes de la Virgen de Caacupé, de la Navidad y del Año Nuevo; así también, es el periodo en el cual miles de jóvenes concluyen su educación secundaria y se preparan para salir a enfrentarse al mundo. El título de egresado no representa el conocimiento, pero simboliza el esfuerzo y la dedicación al estudio por tantos años de la vida de una persona.
La semana pasada, salió a luz el caso de un alumno, mejor egresado del 9º grado de un colegio privado de Pedro Juan Caballero, quien no pudo recibir su diploma porque adeudaba cuotas a la institución. Según el papá del chico, el director del instituto, cura Pedro Sanabria, le dijo que sus súplicas no le interesaban y que no entregaría el certificado mientras los atrasos no fueran saldados.
Asimismo, en estos días, un alumno del colegio Santa Clara de Asunción denunció ante la Dirección General de Asesoría Jurídica del MEC que en la institución le discriminaron durante el acto de graduación porque adeudaba cuotas. Este es un caso, prácticamente, calcado del ocurrido en Pedro Juan Caballero.
La educación es un derecho universal, algo que no puede negarse a una persona por deber cuotas u otros motivos. Lastimosamente, esta es una práctica común en las instituciones educativas privadas de nuestro país; un país atrasado en lo referente a la educación y que tiene su nivel de enseñanza entre los peores del mundo.
Estos casos demuestran una vez más que en ciertas instituciones la plata está por encima de todo; incluso, encima de la educación. Por el bien de los jóvenes y del país, estos hechos deben ser solucionados y las autoridades correspondientes tienen que tomar cartas en el asunto para que ya no existan chicos sin educación por estar sus padres en mora.
El dinero es algo que se puede reembolsar en algún momento, pero el “cartón” de egresados es un símbolo del conocimiento adquirido en 12 ó 13 años de levantarse temprano e ir a la escuela o el cole para ampliar tus saberes. Con el atraso de las cuotas se puede negociar y pagar más adelante; con la educación del niño o joven, no.
Por Brian Cáceres Verón (17 años)