El corazón deja de latir, la vida ya se fue: ¿qué hay después de la muerte?

Últimos minutos de vida, la persona en el hospital sufre de signos vitales en grave estado, el aliento se esfuma, los latidos se detienen lentamente y el paciente muere, ¿qué pasa después? La religión y la ciencia debaten en un intento de explicación.

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La existencia de la raza humana es una realidad que todos podemos observar; vemos, sentimos y somos conscientes de nuestra presencia en este mundo. Cada uno de nosotros cuenta con distintas variedades físicas, personales y psicológicas, pero lo que más nos diferencia de los demás son los ideales y pensamientos propios que se adueñan de nuestra esencia.

Lo que es real y físico no se discute pero, igualmente, la raza humana sufrió debates interminables, sostenidos en innumerables teorías que trataban de desarrollar una idea que explique nuestra existencia. Si después de tantos años, aún no se llega a ninguna conclusión de cómo empezó todo esto, evidentemente saber qué es lo que viene cuando acabe es un objetivo que va mucho más allá de nuestras limitaciones humanas.

Es imposible nombrar a cada una de las creencias o hipótesis que fueron puestas sobre la mesa a lo largo de los siglos; la ciencia, la religión y el razonamiento propio llegan a distintas conclusiones la mayoría de las veces. Existen tantas diferencias entre las versiones de los distintos ámbitos que resulta muy complicado adoptar una postura concreta hacia una idea específica.

El debate no solo se da entre las ramas científicas y religiosas, sino también se genera una guerra interna que tiene su base en el razonamiento propio. Todos alguna vez nos preguntamos de dónde venimos, para qué estamos acá y adónde vamos; al buscar estas respuestas nos encontramos con una diversidad muy amplia de ideas.

Platón, el gran filósofo de la antigüedad, aseguraba que las almas serían juzgadas, las buenas irían hacia las islas de los bienaventurados y las malas serían castigadas. La comunidad azteca hablaba de que los soldados que fallecían en combate reencarnarían en mariposa o colibrí luego de cuatro años, los ahogados irían al paraíso y los demás no escaparían del infierno.

Según el biocentrismo, la vida crea al universo y no al revés, es decir que después de la muerte, la conciencia sigue existiendo. Los budistas recurren a la creencia de que al morir hay varios posibles destinos; según la vida en la Tierra, la persona puede reencarnar en dioses, semidioses, humanos, animales o criaturas del infierno.

Los faraones del antiguo Egipto aseguraban que la muerte era temporal, es por eso que conservaban los cuerpos en sarcófagos para su momificación. Hasta los terroristas del Oriente tienen sus creencias: ellos manifiestan que 72 vírgenes esperan en el paraíso a cada uno de los que han servido a Alá durante la vida.

Los hindúes cuentan que cuando el cuerpo humano llega a su fin, se reencarna ¡52 millones de veces! en plantas y animales hasta volver a convertirse en persona. Los adeptos al solipsismo defienden que somos la única persona en el universo y que todo lo que sucede es producto de nuestra imaginación, lógicamente, cuando morimos, también lo hace el resto de lo que "está en nuestra mente".

El respetado físico y cosmólogo Sean Carroll, profesor en el Instituto de Tecnología de California, afirma para el medio digital español, El Confidencial, que es imposible la existencia después de la muerte. "Conocemos por completo las leyes de la física que subyacen a la vida cotidiana y todo tiene que ocurrir en esos márgenes", asegura el doctor. “Para que hubiera algo después de la muerte, la conciencia tendría que estar completamente separada de nuestro físico”, es la idea que sostiene Sean.

 

"Las afirmaciones de que alguna forma de conciencia persiste después de que nuestros cuerpos mueran y se descompongan en átomos constituyentes, se enfrentan a un gran obstáculo: las leyes de la física. Todo debe suceder en esos márgenes y no hay manera, en esas leyes, de permitir que la información almacenada en el cerebro persista después de que muera", asegura Carroll.

"Si la vida continuase tras morir, el campo cuántico habría revelado 'partículas y fuerzas espirituales'. Son solo átomos y fuerzas conocidas, no hay forma de que el alma sobreviva a la muerte", explica el profesor. En síntesis, el científico defiende que es imposible la continuidad de la existencia después de la muerte, ya que las leyes físicas no avalan la posibilidad de que la conciencia o el alma se despeguen del cuerpo cuando este ya no responde.

También existen los ateos, quienes defienden una teoría similar a la del profesor Sean Carroll: “la vida física acaba y es el fin de todo lo que somos”. La conclusión agnóstica supone una decepción para muchos y resulta en un cuestionamiento: ¿tan plano es nuestro ser que no trasciende en otras dimensiones luego de que nuestro medio físico deja de funcionar?

El padre Lucas, un sacerdote católico de conocida iglesia ubicada en Fernando de la Mora, da a conocer el punto de vista religioso sobre lo que sucede después de la muerte terrenal. “Para nosotros, los cristianos, la muerte física solo supone el inicio de una nueva vida, el cuerpo se descompone y el humano empieza a vivir de lleno en el alma que siempre estuvo presente, incluso antes de su concepción. Jesús vino a hablarnos de la inmortalidad del alma y con su resurrección llegó el sustento más grande para nuestra fe”, comenta el cura.

“Para nuestra creencia, luego de la muerte terrenal, existen tres caminos posibles a los que viaja el alma. La persona cultiva el futuro de su existencia y cosecha su llegada al cielo, el infierno o el purgatorio. La muerte es vista como algo ambiguo, pero todo sucede en el orden natural de las cosas”, afirma el padre.

“El ser humano es una perfección absoluta en cuanto a obra creada, es nuestra naturalidad alimentarnos, pensar, proyectar, etc; hay un orden establecido, necesariamente debe haber una fuerza superior que está por encima de la física. Hay un más allá que se produce fuera del reino material, se desarrolla en un ámbito divino”, sostiene el sacerdote.

El fallecido físico Stephen Hawking habla en su libro de "respuestas cortas a grandes cuestionamientos" sobre la existencia de la vida después de la muerte. "No hay ningún Dios, nadie dirige el Universo, todo comenzó con un caluroso Big Bang; igual que no hay Dios, tampoco hay cielo ni un más allá, creer en la vida después de la muerte es una ilusión", asegura Hawking, haciendo gala de su ateísmo.

 

A través de la historia, muchas personas brindaron testimonio de experiencias que tuvieron al fallecer por unos minutos en el hospital. Estas personas cuentan que fueron testigos de sucesos inimaginables para el ser humano. En el libro "El cielo es real" se da a conocer la historia de un niño de cuatro años, Colton Burpo, quien visitó el más allá en marzo del 2003.

El chico en cuestión aseguró ver como su alma se desprendía del cuerpo y viajaba hasta llegar a un lugar absolutamente lleno de ángeles y con Jesús sentado a la derecha de Dios; también comentó que, mientras presenciaba todo esto, sentía una paz inmensa. Despertó y todo quedó grabado en su mente, contó lo que observó y el libro se escribió prácticamente solo. Hoy viaja por el mundo contando su historia.

Es muy complejo llegar a una conclusión certera de qué es lo que ocurre una vez que nuestro cuerpo se apaga; desde el punto de vista científico, no se puede probar que exista una forma de vida posterior a la terrenal. Pero desde la religión, no se pueden tomar como parámetro las leyes de la física, ya que el alma y lo divino no se rigen por las mismas reglas que nuestro mundo.

Finalmente, todo queda a criterio, opinión y razonamiento de cada uno; algunos van a aferrarse a la ciencia y negar todo tipo de fuerza mayor creadora del universo y, otros, van a recurrir a la fe, demostrando que según su entender es imposible que el universo no sea controlado un ser superior. Nadie puede determinar cuál es la verdad, pero todos la vamos a descubrir por nosotros mismos, porque, en algún momento, nos llegará nuestra hora.

Reportaje de Diego Benítez (19 años)

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