El recolector de basura, el hantavirus y la tía piadosa

Esta es una historia de ficción: Vivía penosamente como un recolector de basura y bueno para nada. Luego de enfermarme gravemente debido a mi trabajo, me di cuenta de quién estaba a mi lado y mi vida entera cambió para bien, ¡Ni yo lo puedo creer!

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Me sentía muy débil; el trabajo se hacía más pesado con cada bolsa de basura que cargaba y se volvía doloroso al sujetarme de la baranda del camión que, por cierto, era resbalosa por la grasa y suciedad que tenía.

El tiempo pasaba y yo supuse que solamente padecía de un pequeño resfriado por el clima que cambiaba constantemente. En aquellos días, las pastillas antigripales se volvieron mis mejores amigas.

Mi estado empeoró en una jornada nocturna de frío y llovizna. El camión recolector ya se me adelantó una cuadra y tuve que correr para intentar alcanzarlo. Me sentí muy mareado, pensé que no podría sujetar más las bolsas que cargaba y, antes de llegar hasta el rodado, me desmayé.

A la mañana siguiente, desperté desconcertado en casa de ña Naty, una tía que pocas veces solía visitar. Yo vivía en una zona del bajo y ella en otro sector que yo no conocía muy bien, pero por suerte mis amigos sí, así que me llevaron junto a ella.

La habitación en donde desperté olía a ka'a he'ẽ, burrito y todo tipo de remedios naturales. La cama en la que estaba era cómoda y, aún más, la suave almohada; con diversos detalles, muy bien colocados, noté mucha diferencia entre mi casita, que era todo un desastre, y la vivienda en la que me encontraba.

Luego de tomar fuerzas, pasé horas hablando con mi tía y me arrepentí de no visitarla nunca, pues era la única familia que tenía. Me comprometí con ella afirmando que mi ingratitud cambiaría desde ese día y le dije que voy a compensarla por todo el cuidado que me brindó.

Ese mismo día, fui al médico y, luego de que el doctor me retara lo suficiente por automedicarme, me mandó hacer ciertos análisis. Los resultados no fueron nada buenos, yo tenía hantavirus, una enfermedad muy peligrosa. Me dijeron que seguro la obtuve a causa de mi trabajo, que habré tocado basura infectada por una rata y eso me transmitió el virus.

Ña Naty me ayudó desde el inicio de mi tratamiento y cada día me sentía peor hasta que consiguió la plata para mis medicamentos. En pocos días, ella, con sus amigas, organizó una gran pollada, diciendo que era para un nuevo sobrino que le había traído de vuelta la alegría de sentirse acompañada.

Luego de que me recuperé tuve que replantear mi vida. Ya no quería seguir recolectando basura, debido a la enfermedad que me ocasionó el exponerme a la suciedad.

Para mi suerte, a tía Naty le faltaba alguien que la ayude a sacar adelante su emprendimiento. Con lo poco de platita ahorrada que tenía, completé lo que le faltaba para comprar su soñada máquina de coser. Ella comenzó a confeccionar y yo a vender.

Mi tía y yo empezamos a progresar emprendiendo de a poco. Al final, me di cuenta de que la familia, por más pequeña que sea, está para apoyarse y siempre se puede encontrar maneras de salir adelante.

Por Eliseo Báez (16 años)

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