El sudor invisible que hay detrás de un libro

Redactar un libro no es tan fácil como leer uno. Lo más probable es que pocas veces te hayas puesto a pensar en cuántos meses trabajó el escritor para que vos puedas disfrutar de una buena historia.

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Cuando tenés un libro en tus manos, te concentrás únicamente en disfrutar plenamente de la lectura. Si se trata de una novela o de alguna historia de ciencia ficción, quizás lo terminás de leer en una semana o, si la narración te atrae demasiado, mucho antes. Pero, lo más probable es que no te detuviste a a pensar en el tiempo que le llevó al escritor redactar dicho ejemplar. Posiblemente, meses o años de trabajo.

Escribir un libro nunca será una tarea sencilla: las horas que madrugás reuniendo información para la narración y las tazas de café que tomás en ese lapso son incalculables. Además, sentarse a redactar una historia, aunque parezca tarea sencilla, no lo es. Si bien poseés la licencia de relatar un suceso ficticio, con personajes y lugares creados en tu mente, hay reglas de redacción que no tenés el privilegio de inventar.

En nuestro país, ser escritor es un oficio suicida. redactar libros y ganar mucho dinero son cosas que no van de la mano. Las personas que se dedican a este trabajo lo hacen más bien como un hobby o para satisfacer un deseo particular, sin olvidar que son muy pocos los que adquieren textos de autores nacionales. Es por eso que estamos muy lejos de que alguna obra paraguaya logre ser un "best seller".

Son muchas las dificultades que vive en carne propia un escritor a la hora de preparar su obra literaria, por lo tanto, esperar a que el precio de la misma, ya en las librerías, no sea “tan caro” es algo ilógico. Lo que tenemos en nuestras manos es el trabajo de una persona que se sentó por meses o años a preparar un texto, con la intención de que alguien lo lea.

“¿Cómo desean progresar como sociedad, si un libro es más caro que una cerveza y cigarrillos?”, escribió alguien en Twitter. Al leer esto, es imposible que no se te venga a la mente el deseo de no vivir nunca en un mundo en donde el trabajo y el sudor de un escritor valgan mucho menos que una caja de birras y un paquete de puchos.

Por Gonzalo Recalde (19 años)

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