Fanatismo, una obsesión exagerada que puede generar muchos enemigos

La expresión “doy la vida por mi club” o “mi partido político es único” forma parte de una conversación entre fanáticos. La obsesión que puede provocar el deporte o un artista, a veces, va más allá de una simple admiración. ¿Te considerás un extremista?

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Es normal escuchar “soy admirador a muerte de Luis Fonsi” en una charla entre fans, ya que el sentimiento que puede provocar algo o alguien, en ocasiones, hace que la gente tenga una loca obsesión hacia eso que lo apasiona. Bandas musicales, partidos políticos o clubes deportivos son algunos motivos para que las personas se conviertan en fanáticas con todas las letras.

Más de una vez ya escuchamos en los noticieros que barrabravas se enfrentan en los superclásicos o que algunos hinchas se consideran capaces de dar la vida por los colores de su club. En estos casos, el fanatismo puede llegar muy lejos cuando la pasión y el instinto dominan a uno; ir a la cancha debe ser un encuentro de alegría en donde ves a tu club ganar o perder y no un momento de arriesgarte por las peleas que surgen entre algunos fans incivilizados.

Convertirte en fan puede generar enemistades, porque existe una gran rivalidad entre los seguidores. Por ejemplo: sos un apasionado seguidor del club Olimpia, pero al pasar por un barrio con muchos hinchas del Ciclón podés llegar herido a tu casa.

Ni hablar del fanatismo que existe entre los jóvenes; las bandas musicales y los artistas generan un peligroso fenómeno. Un caso extremo ocurrió en el 2013, cuando algunas seguidoras del cantautor Justin Bieber se cortaron con cúter en sus brazos las iniciales del célebre como una muestra de afecto.

Por otra parte, es común notar la idolatría hacia los partidos políticos; personas que se dejan llevar por los colores específicos, creando una rivalidad entre sí. La “competencia” de mostrar qué partido tiene más poder, lo único que hace es coleccionar hurreros fanáticos.

Muchas veces pensamos que admiración es sinónimo de fanatismo; sin embargo, una persona que admira demuestra una valoración positiva de una cosa por sus cualidades, por ejemplo, un acto de solidaridad. Mientras que el pensamiento de superioridad hacia algo refleja las características de un fan.

En fin, a todos nos gusta escuchar y bailar con temas de Shakira o gritar con orgullo un gol, pero procurá no obsesionarte con tus semejantes. Un escritor francés, Juan Descuret, dice que “un paso más allá del entusiasmo y nos caemos en el fanatismo; otro paso más y llegamos a la locura”. ¿Qué decís?

Por Ezequiel Alegre (17 años)

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