“Kuña ha typycha ogapegua” es el refrán que dedican algunos chicos a su hermana

Este artículo tiene 7 años de antigüedad
/pf/resources/images/abc-placeholder.png?d=2394

Esta es una historia de ficción: “Los deberes de la casa tengo que realizar sola; no sé por qué mis hermanos, por ser hombres, me dicen 'kuña ha typycha ogapegua'”, expresa Amelia, quien quería ser electricista, pero el machismo florecía en su casa.

“Siento que no voy a poder cumplir mi sueño”, manifesta Amelia, una adolescente que estaba por terminar la etapa escolar. La chica de 15 años debía elegir un énfasis que seguir y no era indecisa como muchos de sus compañeros, pues ella sabía que el bachillerato técnico en electricidad era lo que más deseaba estudiar.

Manuel, Rodrigo y Jorge son los hermanos de la bondadosa y servicial Amelia; ella iba a la escuela por la mañana y, cuando llegaba la hora de la salida, el rostro de la adolescente cambiaba, ya que sabía que en su casa recibiría mandados por doquier y que, como muchas veces, no tendría tiempo ni para hacer las tareas.

“Ejoheipaiteta amo tembipuru”, “todo limpio quiero ver, hermanita”, eran frases que los hermanos de Amelia le decían. La adolescente estaba cansada de tener que hacer el aseo de las piezas, el baño y, hasta, debía preparar la cena.

La convivencia entre Amelia y sus hermanos era cada vez peor, ya que en estos chicos florecía el machismo y cantaba espléndida la pereza. El padre de Amelia no sabía todo lo que la muchachita pasaba en su ausencia, pues él dejaba una lista de quehaceres a la madrugada y llegaba a la casa cansado por la noche; por ende, don Marcos ya no tenía tiempo para nada.

Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy

Una noche, Amelia se encontraba dibujando y en su cuaderno se veía un corazón grande con las iniciales de su bachillerato favorito: B.T.E. Entonces, llega Manuel y, al ver lo que la adolescente estaba haciendo, la toma del brazo y, con risas, le dice “kuña ha typycha ogapegua; vos no vas a estudiar algo para hombres porque no valés para otra cosa que no sea el cuidado de la casa, nde mitakuña’i”.

Amelia, llorando ante lo ocurrido, corre hasta su pieza y con lágrimas que caían incesantemente, se quedó dormida con unos auriculares puestos. El teléfono seguía encendido y la canción que sonaba decía “ya me han dicho que soy buena para nada, pero estoy de vuelta, de pie y bien alerta, pues eso del cero a la izquierda no me va”.

Al día siguiente, sorpresivamente, el papá de Amelia se quedó en la casa, pues, cuando Manuel trató mal a la adolescente, el señor estaba escuchando todo y decidió ponerle fin al machismo en su hogar. Por tanto, el padre de Amelia toma una olla y una cuchara y empieza a golpear fuerte para despertar a sus hijos gritando: “¡Arriba, arriba, opama la recreo!, a limpiar se ha dicho y no se hagan de los machitos”.

Amelia despertó y preguntó qué estaba pasando, pues ve que sus hermanos, con cara de enojados, limpiaban la casa. El papá de la adolescente responde: “che rajy, perdoname, yo no sabía que, mientras yo trabajaba, mis propios hijos te estaban explotando y discriminando, diciéndote que no podés seguir electricidad”; la chica, sencillamente, lo abraza muy fuerte y sintió que una nueva etapa de su vida estaba comenzando.

Por Andrea Parra (18 años)