Monserrat Britos, más conocida como Monse, se inició en el mundo de la danza aérea a los 14 años. “Desde ese entonces, esta disciplina se convirtió en lo más esencial de mi vida; es el arte que me llena de alegría de manera indescriptible”, comenta ella.
Para la joven, entregar todo del cuerpo, la mente y el alma es el esfuerzo que implica la acrobacia aérea. Además, esta danza también exige riesgos a la hora de practicar los trucos. Al respecto, Monse comenta que “cada movimiento tiene su técnica para no terminar lastimado; de hecho, es cuestión de que te centres y prestes mucha atención a la hora de la práctica y, así, difícilmente te vas a caer”.
“Esta disciplina es, primeramente, una manera de crecer como persona, superarse, trabajar la paciencia y la responsabilidad, distraerse de los problemas y desahogarse de una forma positiva. A través de lo coreográfico y escénico, puedo expresar una gran libertad, la de poder volar sin siquiera tener alas”, manifiesta la artista.
En 2017 se había realizado “Vuelo alto”, la primera competencia nacional de acrobacia aérea en telas de Paraguay, organizada por Espacio Volarte. Ese año, Monse recién comenzaba a descubrir el mundo de esta disciplina, pero, gracias a su talento, ella participó y ganó el primer puesto en la categoría principiante de dicha competición.
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“Mi más grande inspiración en el mundo de la danza aérea es Alejandro Colmán, mi profesor de telas; él transmite muchísimo amor mientras enseña, y lo mejor es que me contagia ese sentimiento”, afirma la joven, agradecida con su maestro que la hizo crecer mucho en esta disciplina. Monse resalta que los maestros de esta área tienen el deber de formar distintos artistas que expresen sentimientos, más que enseñar a realizar trucos.
“Ver que la danza aérea se vuelve más concurrida e impresionante en Paraguay me causa mucha alegría, pues el arte que combina telas y baile está creciendo bastante y las academias tienen más alumnos y alumnas interesados en aprender. Esta disciplina me hace muy feliz realmente, y es una experiencia tan genial que si los jóvenes la practican, nunca se van a arrepentir”, concluye Monse.
Por Eliseo Báez (16 años)
