La labor de un periodista aguantó desafíos ante la represión del tirano

Este es un relato de ficción: Realizar la verdadera labor de un periodista en tiempos de represión fue un desafío para mí y el mimeógrafo que tenía. Los sinsabores generados por el hombre de la pañoleta roja hicieron que mi oficio reforzara su valentía.

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En aquel 1960, cuando el famoso lema “paz y progreso” tenía detrás toda clase de atrocidades bajo la responsabilidad de un tirano, yo empezaba a redactar y ser autocrítico en el periodismo, cuya profesión sería la enemiga principal de un señorío extremadamente hambriento de poder. En aquel entonces, nadie se imaginaba que unas manos sucias serían las encargadas de manejar las riendas hacia el abuso.

Tenía 22 años y mis ganas de aportar a la sociedad, buscando la verdad a través de mi profesión, estaban a flor de piel, pues era joven con ilusiones y optimismo, pero todo mi sueño comenzó a encarcelarse con el paso del tiempo. Cuando expresaba alguna idea en titulares de los medios de prensa que no era del agrado de aquel hombre de la pañoleta roja, sencillamente, me llegaban advertencias enviadas “por orden superior”.

En aquellos terroríficos tiempos, la Constitución Nacional del '67 estaba como simple decorado, pues se violaban nuestros derechos a la libertad de expresión y de prensa. Recuerdo que un día fue tanta la impotencia al darme cuenta de que el familiar de un colega fue torturado, casi hasta morir, por policías robots del tirano. Un mimeógrafo y yo estábamos listos para redactar una injusticia, aunque las consecuencias puedan ser graves para mí.

Me educaron con el fin de levantar la frente ante toda situación y los “pyragües", rápidamente, cumpliendo su función de informantes de la Policía, hicieron que comenzara mi apresamiento. Fui encerrado junto con colegas y mi memoria recuerda que tras las rejas se nos acercó un bravucón quién nos amenazaba diciendo “la próxima ipeorventema", refiriéndose a que debíamos alabar el pensamiento del tirano.

Ser periodista era como jugar en el bosque mientras que el lobo sí está y, por tal razón, alguna vez pasó por mi mente la autocensura, ya que el temor de formar parte de la tortura se aferraba en mí. Ejercer un trabajo en la prensa era, además, sacarle la lengua al apresamiento, a las violaciones de derechos humanos y poner un pie al borde del abismo.

Aquellos sinsabores de la época influyen en mi visión para crear una comparación y pensar que los trabajadores de prensa hoy tienen mayor libertad para ejercer lo que realmente es el oficio periodístico pues, sin un monstruo destructor de derechos al mando, el miedo se calmó. La prensa enfrenta ahora otros desafíos, pero, al menos, el temor a la tiranía ya es historia.

Por Ezequiel Alegre (18 años)

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