“La pesada de mamá me salvó la vida en la terrible fiesta de bichos de la UNA”

Este es un relato de ficción: Numerosos jóvenes festejaban su ingreso a la UNA en un boliche. Aquella noche de fiesta, cuatro personas murieron en un ataque de narcos. El bicho Rolando cuenta cómo engañó a la muerte gracias a la “pesada de su mamá”.

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¿Se imaginan la felicidad de un bicho cuando ingresa a la UNA? Rolando cumplió uno de sus más anhelados sueños al posicionarse en los primeros lugares de la Facultad de Ingeniería que, de acuerdo a las opiniones de muchos estudiantes, es una carrera no apta para debiluchos.

Mientras Rolando se preparaba, su mamá Claudia le aconsejó con ternura: “No te juntes con extraños, ni tomes mucho; no vengas al amanecer y vení en taxi si tus amigos están borrachos". Las letanías cariñosas de advertencia hartaron al joven, quien se despidió de su madre con un frío beso, diciéndole “vengo enseguida”.

Un clima agradable de 25ºC con una refrescante brisa pintaba la atmósfera de aquel sábado. De acuerdo a los organizadores del evento, se esperaba la asistencia de 800 personas, cifra que se superó rotundamente. “Chupar hasta el amanecer” era la consigna de los bichos, quienes estaban listos para rendir pleitesía a la “diosa libertinaje”.

Conocidos DJ y bandas de cumbia encendieron la pista de baile con lo mejor de la música local. Los grupos de amigos realizaron los populares pogos, frenéticos empujones que hicieron delirar a la multitud.

En casa de Rolando, el silencio imperaba. Mamá Claudia esperaba ansiosa la llegada de su hijo. Le mandó varios mensajes al WhatsApp y llamó en reiteradas ocasiones... ni una respuesta. El bicho estaba sumergido en el clímax de la fiesta y el ensordecedor ritmo de la música le hacía volar.

Sin embargo, mamá Claudia no desistió en su intento; eran las 3:45 y la señora volvió a llamar a Rolando. Era tanta la rabia del joven que arrojó su botella de cerveza y profirió estridentes palabrotas. Tambaleando un poco, nuestro protagonista caminó dos cuadras hasta una parada de taxi, abordó un vehículo y se dirigió a su hogar.

A las 4:00, cuando la fiesta proseguía, dos camionetas negras irrumpieron en el local nocturno. Rápidamente, dos hombres sacaron sus armas y comenzaron a disparar a la multitud. De acuerdo a las malas lenguas, uno de los jóvenes que ingresaron tenía “asuntos pendientes” con un conocido narco de Pedro Juan. Llantos y gritos de auxilio se convirtieron en las melodías de la lúgubre escena.

Al día siguiente, las tapas de diarios y las noticias giraron en torno al macabro hecho: cuatro fallecidos y siete personas heridas fueron los oscuros rastros de aquella fatídica jornada. En casa, Rolando comenzó a lagrimear y se aferró a los brazos de su madre, diciéndole: “Yo podría haber sido uno de ellos, pero el destino quiso que encontrara mi paz en tu cálido abrazo. La pesada de mi mamá me salvó la vida”.

Por Víctor Martínez (19 años)

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