En una sociedad llena de estereotipos, Susana, una joven carismática y observadora, trabajaba en una tienda de Misiones llamada “Ponte bella”, en donde siempre veía la inseguridad con la que casi todos sus clientes elegían las prendas. Susi no entendía la poca autoestima de varias muchachas que se acomplejaban por todo, pero trataba de acostumbrarse a las señoritas que preferían tomar fotos a la ropa, enviar capturas a sus amigos o novio y, así, obtener cierta aprobación antes de comprar algo.
Una tardecita de octubre, una joven llamada Luz ingresó al local de ropas, con su novio de acompañante; Susi atendió a la pareja que, por cierto, buscaba un vestido elegante. Entonces, Luz entra y sale del vestidor, y cada vez hacía miles de preguntas a su novio: ¿Te gusta?, ¿me veo gorda, verdad?, ¿se notan mis rollos acá?, ¿me iba a quedar mejor, si mi cintura fuera pequeña, no?
Ante los cuestionamientos de Luz, el chico respondía de modo disconforme y parecía más un desagradable asesor de imagen que un novio enamorado, pues sus respuestas no eran nada amables: "Siguiente vestido porque este te queda horrible”, “no sos flaquita para usar este tipo de ropa", "parecés una ridícula", "la gente va a pensar que estás loca" o "es lindo, pero tu cuerpo no da".
La vendedora Susi, ante los comentarios de su cliente, se molestó. Por tanto, la joven rompió el silencio y le dijo a Luz, con voz segura y firme: “Todo lo que te pongas te va a quedar hermoso y te vas a ver genial, siempre y cuando te sientas cómoda y la ropa sea de tu gusto; dejá de querer la aprobación de los demás, mostrate segura y valorate por el simple hecho de ser una persona”.
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Después de las palabras de Susana, los clientes decidieron retirarse sin decir nada. Susi continuó trabajando; sin embargo, un sobre con dinero y el rostro disgustado del jefe avanzaban hacia la vendedora, mientras que las palabras “por meter tu cuchara, ahora, te vas” definieron la despedida de la chica que solo veía belleza en la autoestima y fealdad en la inseguridad.
Las escenas, en donde las chicas miraban su cuerpo con disconformidad, hacían encuestas en sus redes para saber qué prenda elegir y preguntaban al novio, antes de comprar un vestido, se convirtieron en nubes que chocaban entre sí en la cabeza de Susi. La exvendedora sentía que un relámpago, cargado de pensamientos, cayó en su mente, pero tomó el sobre y, con una sonrisa, se retiró.
Años después, una mercería nueva abrió sus puertas. Con cuadros y frases como “La hermosura está en vos, tu ropa es solo complemento”, ”querete mucho y llevá lo que te gusta”, “eliminá el pensamiento de los demás", "encendé el motor de tus colores y prendas preferidas, sin que nadie tenga que aprobar nada”, el local era de Susi y el mismo pintaba autoestima y borraba la inseguridad de los que entraban a la tienda denominada "Realzá la belleza que ya tenés".
Por Andrea Parra (18 años)
