La semana pasada se incendió parte de la Terminal de Ómnibus de Asunción y con esto se activó nuevamente la alarma acerca de la peligrosidad de algunos sitios a donde concurren muchas personas. Realmente, nuestro país está repleto de verdaderas bombas de tiempo que podrían estallar en cualquier momento, tal y como ya ocurrió en varias ocasiones.
Los mercados municipales, por ejemplo, son lugares que no poseen las más mínimas condiciones de seguridad; además, allí concurren miles de personas todos los días. Hace dos años, en plena Semana Santa, se incendió el mercado de San Lorenzo, sin causar víctimas que lamentar, pero sí gigantes pérdidas económicas para los comerciantes que, por muchos años, cerraron totalmente la calle Gral. Caballero de la Ciudad Universitaria.
En la misma situación se encuentra el popular Mercado 4, un sitio en donde trabajan miles de personas, en pequeñas casillas o grandes negocios, y en cuyos pasillos transitan otras miles de personas día a día. Este lugar también ardió en varias ocasiones y causó preocupación en la gente que labora y compra en la zona.
Otro lugar considerado como una “bomba de tiempo” es la cárcel de Tacumbú. La penitenciaría más grande del país se incendió en junio del año pasado; ese caso sí fue fatal, pues fallecieron cinco reclusos y el jefe del área de seguridad. El penal tiene una sobrepoblación y, luego de 9 meses de la tragedia, el peligro sigue latente, ya que nada ha cambiado en el reclusorio.
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Nuestro país posee varios sitios en donde transitan día a día miles y miles de personas; los mismos están sucios, mal ubicados, con instalaciones eléctricas precarias, etc., lo que hace que estos se conviertan en lugares peligrosos, poniendo en riesgo la vida de mucha gente. ¿Cómo surgió el incendio que destruyó más de 200 casillas en el mercado de San Lorenzo en 2015? Según el intendente de esa ciudad, Albino Ferrer, todo fue “por obra y disposición de Dios”.
Los incendios en la Terminal de Ómnibus, en los mercados municipales y en el penal de Tacumbú son solo muestras de lo mal que están los lugares que aglomeran a muchas personas y de cómo nuestras autoridades hacen caso omiso a esta problemática que nos afecta a todos.
Mientras los gobernantes discuten por violar o no la Constitución Nacional, si el rekutu es o no legal, nosotros debemos esperar colectivo o hacer las compras con el miedo de saber que, en cualquier momento, se puede incendiar todo y nuestras vidas están corriendo peligro.
Por Brian Cáceres Verón (18 años)
